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Actualizado: 21 de junio de 2025
Tú, madre, que has sentido las santas alegrías De ver brotar la vida del seno maternal, Espera: aun no ha pasado la aurora de tus dias Y ha de brillar un dia de gozo sin igual. En las calladas noches alzad la vista al cielo, Mirad á vuestras hijas resplandecer allí, Y sentireis el alma bañada de un consuelo Que para el alma enferma nunca se encuentra aquí.
Mas los que se pudieron hallar enteros y que se pudiesen leer, después que a él allí le hallaron, no fueron más que estos que aquí se siguen: Árboles, yerbas y plantas que en aqueste sitio estáis, tan altos, verdes y tantas, si de mi mal no os holgáis, escuchad mis quejas santas.
Vea usted, por lo tanto, cómo me veo en la precisión de considerarle a usted mejor persona que Dios. Una ola de sangre subió al rostro del presbítero. El estupor, la indignación, le trabaron la lengua. Eso es mofarse indignamente de las cosas más santas articuló al fin. Me sorprende que habiendo usted recibido una educación cristiana haya llegado a tal extremo de impiedad.
Son las santas vestiduras; y lavará su carne con agua, y las vestirá. 5 Y de la congregación de los hijos de Israel tomará dos machos cabríos para expiación, y un carnero para holocausto. 6 Y hará traer Aarón el novillo de la expiación, que era suyo, y hará la reconciliación por sí y por su casa.
Todas estas cosas iban fomentando en su alma entusiasta y ardiente, a par de un cariño fervoroso a las santas instituciones así perseguidas, profunda aversión a sus perseguidores y a los impíos que gobernaban contra la ley de Dios.
Vio más lejos el convento de la Trinidad, en el mismo terreno que ocuparon las cárceles romanas; y el subterráneo en que tuvieron encerradas a las Santas Vírgenes Justa y Rufina, patronas de la ciudad. En este subterráneo se ha erigido un altar, en cuyo centro se conserva un pilar de mármol, al que estuvieron atadas las santas, y en que grabaron con sus débiles dedos una cruz que se ve todavía.
Como su amiga procurase afectuosamente vencer sus escrúpulos, Beatriz le replicó sonriendo tristemente... ¡Y además, tu marido me haría la corte! La señora de Aymaret, que conocía bien a su consorte y que lo sabía capaz de violar sin escrúpulo alguno las santas leyes de la hospitalidad, inclinó con dolor la cabeza y no insistió.
Ana pedía a la soledad y al silencio perezoso de la iglesia, algo como una inspiración, o como un perfume de piedad que creía ella debía desprenderse de aquellas paredes santas, de los altares, que a la luz blanca del día ostentaban sus santos de yeso y madera barnizada como gastados por el roce de las oraciones y el humo de la cera.
«Hay que guardar en todo caso las santas apariencias, y tributar a la sociedad ese culto externo sin el cual volveríamos al estado salvaje. En nuestras relaciones tienes un ejemplo de que cuando se quiere el secreto se consigue. Es cuestión de estilo y habilidad.
13 Y me dijo: Las cámaras del norte y las del mediodía, que [están] delante de la lonja, son cámaras santas, en las cuales los sacerdotes que se acercan al SE
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