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Actualizado: 21 de junio de 2025
De entre esta tierra estéril, derribada, destos terrones por el suelo echados, las almas santas de tres mil soldados subieron vivas a mejor morada, siendo primero, en vano, ejercitada la fuerza de sus brazos esforzados, hasta que, al fin, de pocos y cansados, dieron la vida al filo de la espada.
Extasiábase ante los incidentes más insignificantes de la existencia de las santas, en los cuales solía mostrar Dios que las tenía elegidas para sí y que no permitía que el mundo se las arrebatase, como, por ejemplo, la escena del milagroso sapo que Santa Teresa vio hallándose conversando en el jardín con un caballero hacia quien se sentía inclinada; la muerte inopinada de Buenaventura, hermana de Santa Catalina, que encaminaba a esta santa por la senda mundanal del adorno del cuerpo y los placeres, y otros muchos de que están llenos los libros referidos.
Pero estos comentarios y desahogos, y otros por el estilo, no los oía Emma; ella veía a la envidia, no la oía; veía sus ojos brillantes, sus sonrisas tristes, sus éxtasis sinceros y melancólicos en la cara de las incautas, que no sabían disimular siquiera, y se quedaban como Santas Teresas arrobadas en la meditación y el amor del pesar del bien ajeno.
La celeste chiquillería, sin respeto alguno, salta de nube en nube, se entretiene en deshojar sobre la tierra las guirnaldas de flores que han dejado olvidadas las santas. Uno abre el compartimiento de la lluvia y la hace caer sobre el mundo; otro se acerca a la llave de los truenos y la toca: ¡redoble espeluznante que turba el jugueteo y los pone en fuga!
Ya sabe usted lo que es la disciplina. Yo era cabo en Cádiz; dieron el grito y tuve que echar detrás de los mandones, disparando tiros en contra de la religión, de la reina y todo lo antiguo y lo bueno. Es el pecado mayor de mi vida; pero Dios me lo perdonará, porque fui forzado y no tuve intención de ofenderle... Después salí del servicio y me dediqué a las cosas santas.
¡Cuánto tiempo perdido! dijo el filósofo, y avanzó por el agua hasta poder ser oído de los de la tartana : ¡Señor condenado, señor maldito! gritó con aire burlón , ¿ha olvidado usted que estas santas gentes no se acercarán si el reverendo, con su presencia, no tranquiliza las conciencias tímidas de estos corderos? Y volvió a unirse a sus compañeros que le maldecían.
Estos días festivos, considerados en su conjunto, vienen á ser una repetición anual del más elevado drama, y todas las partes del todo, todas las fiestas aisladas pueden llamarse otros tantos actos, cada uno de los cuales intenta representar vivamente una acción especial, sacada de las Santas Escrituras.
10 y los vestidos del servicio, y las santas vestiduras para Aarón el sacerdote, y las vestiduras de sus hijos, para que sean sacerdotes; 11 y el aceite de la unción, y el incienso aromático para el santuario; harán conforme a todo lo que te he mandado. 12 Habló además el SE
Entonces me perfeccioné por algún tiempo, se acabaron los disimulos y tuve la gran satisfacción de hablar repetidas veces con mi madre sin decir cosa alguna que no saliese de mi corazón. Raudales de verdad, de fe, de amor apacible y místico a los santos y santas brotaban de él.
Delante de mamá no rezaba sino con los labios... Pues bien; en cierta época de mi vida llegué a conseguir lo que a Dios pedía; llegué a aficionarme a las cosas santas; llegué a sentir un entusiasmo, una exaltación religiosa semejante a la que ahora siento por muy distinto objeto. Me consideraba feliz y pedía a la Virgen que conservara en mí tan agradable estado.
Palabra del Dia
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