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Actualizado: 21 de junio de 2025


Y el capataz siguió en sus cuartuchos, cuya vejez disimulaba María de la Luz con un cuidadoso enjalbegado, y los jornaleros durmieron vestidos sobre las esterillas de enea que les proporcionaba la generosidad de don Pablo, mientras las santas imágenes permanecían entre mármoles y dorados, semanas enteras, sin ser vistas de nadie, pues las puertas de la capilla sólo se abrían cuando el amo llegaba a Marchamalo.

Por supuesto, él no se dignaba sentarse a la mesa: abajo, en la portería, recibía su buena ración y se iba tan contento. Y hoy, ¿dónde has almorzado? preguntó Susana con timidez. ¡Ah! ¡Nanita, qué picarona! ¿De modo que las santas se permiten también ser maliciosas? Pues hoy almorcé... allá. ¿Dónde... allá? Pues, en casa de la tía Silda. ¡Ah! hizo Susana. ¡Qué enferma había estado la tía Silda!

Los primeros años de mi vida pasaron en un convento, donde me vi rodeada de Madres santas y cariñosas que me enseñaron el camino de la perfección. Mi juventud fué pasando de este modo en ocupaciones devotas. Hace quince años que estoy rezando sin cesar, y casi sin notario. He vivido en Dios desde la cuna: no lo que soy, no si he vivido.

Porque mi obra, amigo Maltrana, va a ser socialista; no se asuste usted: socialista del verdadero socialismo, del práctico, del que puede ser, del que defendemos los espíritus sanos, uniendo las exigencias de la época con las santas tradiciones y los intereses creados.

Fueron años de grandes calamidades para toda España y particularmente para Córdoba, de manera que no cesaron en la catedral, lo mismo que en las otras iglesias, las rogativas, las procesiones, las deprecaciones, las fiestas á Nuestra Señora de Villaviciosa, al Santísimo, á las santas reliquias de los mártires, etc.

Yo que se corregirá continuó la devota. ¡No se ha de corregir! Grandes pecadoras ha sido santas. Animo, amiga mía. Con la vista fija en Dios, ¿qué se puede temer? Yo cómo se curan los males del espíritu, y mi amiga Clara aparece ya bajo la benéfica influencia de una reacción feliz. Perdonémosla también; yo respondo de que se corregirá.

Dios te colme de santas bendiciones Apretando los duros eslabones Que separan del vicio á la virtud, Y tierna madre, enamorada esposa, Mire brotar pimpollos de mi rosa Para aliviar mi ingrata senectud.

Despojó su esquilada cabeza del eterno sombrero de palma, fijando sus ojos rojizos en el capitán, que seguía escribiendo después de contestar á su saludo. «¿Qué significaba cierta orden que había recibido de prepararse para dejar el buque dentro de unas horas?...» Debía ser una burla de Tòni, excelente sujeto, pero enemigo de las cosas santas, que gustaba de irritarle á causa de su piedad...

Creo que me dieron fuertes ganas de rezar, y que lo hice en efecto, arrodillándome en el altar donde mi madre había puesto un ex-voto por mi salvación. El personaje de cera que yo creía mi perfecto retrato estaba allí colgado, y ocupaba su puesto con la gravedad de las cosas santas; pero se me parecía como un huevo a una castaña.

-Señor -respondió Sancho-, bien veo que todo cuanto vuestra merced me ha dicho son cosas buenas, santas y provechosas, pero ¿de qué han de servir, si de ninguna me acuerdo?

Palabra del Dia

lanterna

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