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Actualizado: 15 de junio de 2025


De los sanos se salvaron algunos, entre ellos el padre de ese señor oficial de artillería; pero los heridos se ahogaron todos, como es fácil comprender, no pudiendo los infelices ganar a nado la costa». Me quedé absorto al saber la muerte del joven Malespina, y la idea del pesar que aguardaba a mi infeliz e idolatrada amita llenó mi alma, ahogando todo resentimiento.

Bañuelos de esta hecha, y Espinosa, El infierno poblaron de paganos, Y viendo que la gente temerosa Discurre sin consuelo por los llanos, Viniendo ya la noche tenebrosa, Volvieron al real libres y sanos; Empero de la sangre que han vertido Teñido el rostro, manos y vestido. Este dia vi un indio que llegaba A mi: con una cruz viene en su mano; Con muy grandes sollozos me hablaba.

Copiarémos al fin estas cartas para que se vean los sanos consejos de esta Reina, y los medios de que se valia para establecer la concordia en los estados de su hermano.

Nunca se le dio a entender que tenía derecho, por el mismo rigor de la Naturaleza al criarla, a ciertas atenciones de que pueden estar exentos los robustos, los sanos, los que tienen padres y casa propia; pero que corresponden por jurisprudencia cristiana al inválido, al pobre, al huérfano y al desheredado.

Llegaron todos sanos y salvos el Sábado Santo á la Reducción de San Juan Bautista, habiendo gastado más de cuarenta días en el viaje.

A las diez de la mañana logramos salir sanos y salvos de la Aduana y fuimos á instalarnos en el hermoso hotel del «Comercio». Estábamos impacientes por trepar á una de las torres mas altas de la ciudad para poder abarcar con la vista todo el panorama, y aunque el sol calcinaba con sus lenguas de fuego la isla de Leon, no quisimos esperar la tarde.

El libro inmortal de Miguel de Cervantes nos da sobre esto implícita y simbólicamente varios consejos muy sanos que debiéramos seguir. Vencido D. Quijote por el Caballero de la Blanca Luna, no quiso ser dictador ni revolucionario, sino que proyectó dedicarse al pastoreo y a la vida pacífica e industriosa.

No, Baldomero, déjelos que se vayan respondió Melchor continuando en la tarea de vestirse, con la más extraordinaria tranquilidad de espíritu, ya no tienen nada que hacer aquí... vinieron a curarse... ya están curados... ahora se van... nada más lógico... vinieron enfermos y se van «sanitos»... vinieron descreídos... y usted les ha oído hablar de Dios contemplando las noches estrelladas, ¿se acuerda?... vinieron enfermos de cuerpo y alma... y se vuelven sanos... fuertes... con fe... ¡con todo!... sólo dejan aquí... lo que ya no sirve... lo que ya no necesitan... ¡al amigo de «antes»!... ¡déjelos que se vayan!... ¡así son todos! ¡todos!... ¡todos!... ¡igualitos!...

Sus padres, sus abuelos, toda su familia, habían sido personas excelentes, «gauchos buenos», que vivían de la crianza de la propia «hacienda». Pero Manos Duras había nacido para ser «gaucho malo», ladrón de reses y matón. En vano su padre, hombre de bien, le daba buenos consejos y sanos ejemplos.

Dichas chucherías, apéndices de la verdadera cena que cada uno había tomado ya en su casa antes de empezar la tertulia, probaban además, cuando las dos Juanas y don Paco se las comían, sin el menor susto y sin ninguna mala resulta, que nuestros tres héroes poseían tres estómagos de los más sanos, eficaces y potentes que hay en el mundo.

Palabra del Dia

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