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Actualizado: 15 de julio de 2025
Admite pues de sus intentos sanos El justo ofrecimiento, señor mio, Y considera alfin que son Romanos, En quien nunca faltó del todo el brio. Vosotros, levantad las diestras manos En señas que aprobais el voto mio. Todo lo que aqui has dicho confirmamos, Y lo juramos. Sí juramos.
Perdíanse una vez los sembrados por falta de agua, y apenas la pidieron los neófitos, cuando rompió en abundantísimas lluvias. Hacía gran estrago en la gente del pueblo de San Rafael una pestilencia; corrió luego el pueblo á la iglesia á pedir á Dios misericordia, y al punto cesó el contagio, de suerte que ninguno de los tocados de él murió en adelante, ni de los sanos enfermó alguno.
La señora miraba a la enferma con ojos de conmiseración. ¡Qué gran cosa es la fe! murmuró con suspirante voz. Sí, señora; una cosa hermosa. Y Rafael hubiera añadido alguna frase retórica y brillante de las muchas que había leído en los autores sanos, sobre las grandezas de la fe; pero en vano rebuscó en su memoria; no había nada: aquella mujer turbaba profundamente su timidez de solitario.
Comprendió que era necesario cambiar de todo en todo sus costumbres, reducir al último grado posible sus necesidades y vivir modestamente atenido al sueldo que felizmente la previsión de su padre le había alcanzado. No obstante, estos sanos propósitos estaban tan frescos que se borraron al contacto de las ocho o diez mil pesetas que la almoneda de su casa le produjo.
Porque mi obra, amigo Maltrana, va a ser socialista; no se asuste usted: socialista del verdadero socialismo, del práctico, del que puede ser, del que defendemos los espíritus sanos, uniendo las exigencias de la época con las santas tradiciones y los intereses creados.
Somos ocho amigos, sanos, contentos, jóvenes y respirando alegremente el aire de los campos, viendo la vida en esos momentos color de rosa, bajo la impresión de la profunda cordialidad que impera y ante la perspectiva de las hondas emociones del día siguiente.
Hazme guisos sencillos, sabrosos y sanos, y de este modo tendremos siempre el respeto de la crítica y la aceptación del público. Desde entonces, la Rosario pone sus cinco sentidos en la cocina. A veces, advierto la desaparición de algún plato, pero no es culpa de la Rosario. Yo no lo rompí. Fue él. Lo tenía en la mano, y se cayó. Se hizo pedazos contra el suelo...
Si les hiere de muerte es porque padecen una aberración replicó el pintor . No son espíritus sanos, bien equilibrados. Pero en fin, no se trata de eso. A la mujer corresponde evitar disgustos a su marido por medio de una gran prudencia, del más profundo secreto. Basta con eso, porque repito y sostengo que no hay tal crimen.
Empezaría a anochecer en Castel-o-Branco, y poníase por consiguiente obscuro el horizonte, cuando acertó a pasar por allí un español de éstos sanos de los del siglo pasado, y que poco o nada se curan del gobierno; de éstos que dicen: a mí siempre me han de gobernar, tómelo por donde quiera. A qué iba el español a Castel-o-Branco, eso sería averiguación para más despacio.
Apeáronse, pues, y no bien hubo visto el francés a los padres interrogadores: ¡Cáspita! dijo en su lengua, que no sé cómo lo dijo, ¡y qué uniforme tan incómodo traen en España las gentes del resguardo, y qué sanos están, y qué bien portados! Nunca hubiera hablado en su lengua el pobre francés.
Palabra del Dia
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