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Actualizado: 9 de julio de 2025
Mostró admirarse de la buena presencia del sobrino y le habló llanotamente, para inspirarle confianza. ¡Muchacho, muchacho! ¿A dónde vas con tanto doblar? Cuidado que estás más hombre que yo.... Siempre te imitaste más a Gabriel y a mí que a tu madre que santa gloria haya.... Lo que es con tu padre, ni esto.... No saliste Moscoso, ni Cabreira, chico; saliste Pardo por los cuatro costados.
Tú se la has puesto tres días seguidos... y te pegó... pero ha sido porque no tenías dinero para comprar longaniza ó carne, ¿no es eso?... Dices que se te había concluído el dinero antes del fin de la quincena, porque te habías comprado unos zapatos... Pero los compraste porque tu marido se enfadó un día que saliste con él y los llevabas rotos... etc.» ¡Oh, cuán profundamente examinaba los datos y con qué suave elocuencia emitía luego su fallo inapelable!
¿Te parece que después de lo que has hecho, se puede dormir? ¡Qué conciencias, válgame Dios, qué conciencias estas!... Tú lo negarás ahora... ¿Quién andaba por los pasillos? Claro, el gato. El pobre minino paga todas las culpas. ¿Y tú a qué saliste?, a jugar con el gato, ¿verdad?, justo. ¡Y eso me lo he de tragar yo!
Cuando tú me saliste con que lo del nieto era una novela, flin flan, me dio la idea de tirar esta música a la calle, sin que nadie la viera; pero ya que se compró para él, flin flan, que la disfrute... ¿no os parece? A ver, dame acá indicó Barbarita contentísima, ansiosa de tañer el pueril instrumento . ¡Ah!, calavera, así me gastas el dinero en vicios.
Y cuando al día siguiente le veía en casa de Jacoba, decíale abrazándole muerta de risa: ¡Cómo te he puesto ayer, querido mío, delante de varios amigos de D. Juan! ¡Tú no sabes!... Saliste de mis labios que ni con pinzas se te podía recoger. Vivía el conde, por todo esto, y por los remordimientos que sin cesar le mordían, en un estado de perpetua agitación. ¡Cuán lejos se hallaba de ser feliz!
Cuando al cabo algunos fugitivos vinieron á refugiarse bajo el hórreo y pudiste cerciorarte de que la bulla no era niñería, con terrible calma cubriste tu cabeza con la montera, pediste otro vaso de sidra, lo bebiste y después de haberte limpiado repetidas veces los labios con el dorso de la mano dijiste con sosiego aterrador: «Vamos á ver lo que quieren esos pelafustanes». Y saliste arrojando miradas homicidas á todos lados.
Habla, hija mía, es preciso saber la verdad dijo la de Leiva . Tal vez tu culpa no sea tan grande como parece. ¿Saliste de buen grado? La presencia de doña María se conocía por su respiración que era como un sordo mugido. Luego oímos distintamente estas palabras que parecían salir de la cavernosa garganta de una leona: Sí... de grado... de grado.
Tié güena boca, güenas piernas... Te saliste con la tuya. Que lo aparten. Y el picador se apeaba, dispuesto a aceptar todo lo que le presentase el contratista luego de su aparte misterioso. Gallardo se separó del grupo de aficionados que presenciaban sonrientes esta operación. Un portero de la plaza iba con él hacia donde estaban los toros. Atravesó una puertecilla, saliendo a los corrales.
No he visto un hombre más torpe; yo tuve que componerlo todo; y la fortuna fue haber convenido antes en no darnos nuestros nombres, ni aun por escrito. Si no... ¿Pues qué hubo? ¿Qué había de haber? El que venía conmigo era Carlos mismo. ¿Qué dices? Al ver que me alargabas el papel tuve que hacerme la desentendida y dejarlo caer, pero él le vio y le cogió. ¡Qué angustias! ¿Y cómo saliste del paso?
Saliste del poder de los almoravides para entrar en el de los almohades: desplomóse el imperio de los almohades, y tampoco supiste reconquistar tu independencia. Formáronse en España varios reinos como á la caida de tus Ommyadas: ni voz tuviste para recordar tus derechos.
Palabra del Dia
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