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Enorme baúl mundo guardaba, con sospechosa discreción, mil especies de arreos diversos, los unos antiguos, retocados o nuevos los otros, todo a medio hacer, revelando la súbita interrupción del trabajo por la presencia de testigos importunos.
En cuanto Bonifacio reconoció al Mayor sintió la súbita alegría que le proporcionaba siempre la conciencia de una resolución irrevocable, en él cosa rara. «Este es mi hombre se dijo ; la Providencia me ha hecho madrugar hoy; por algo yo he venido a la plaza».
En una palabra; don Braulio lo hizo tan perfectamente que no despertó en el ánimo de doña Beatriz ni de su linda hermanita la menor sospecha de que su inesperada y súbita determinación pudiese tener por causa un pesar acerbo, ni por móvil y propósito nada de siniestro ni de trágico.
¡Un durro! exclamó Almudena, expresando con la súbita gravedad del rostro y la energía del acento el espanto que le causaba la magnitud de la cantidad. Sí, hijo, sí... un duro, y no puedo ir a casa si antes no lo consigo. Es preciso que yo tenga ese duro: discurre tú, pues hay que sacarlo de debajo de las piedras, buscarlo como quiera que sea.
Sorprendida y asustada la turba por aquella súbita e imprevista intervención, retrocedió no poco, dejando despejado un largo trecho en torno de los forasteros inermes, delante de los cuales se pusieron prontos a defenderlos los otros dos forasteros a caballo.
Cuando el joven dijo "gracias, señora," su voz resonó débil y dolorida, anunciando tanto sufrimiento y postración, que Clara no pudo menos de alzar los ojos y mirarle con súbita impresión de interés.
Demetria hizo como se le mandaba. Cuando se estaba bañando los ojos con agua fresca llegó á sus oídos el penetrante son de la gaita y el redoble del tambor. Borróse súbita la melancolía de su rostro. Una dulce sonrisa volvió á esparcirse por él, y sin terminar de secarse salió apresuradamente al corredor.
La situación de la ciudad es pintoresca, aunque muy singular. Estando ésta en una depresión entre las montañas, el viajero no la ve hasta llegar al borde de la meseta, y la apariencia súbita de sus tejados colorados y sus árboles verdes, coronados del pico nevado del Illimani, presenta una vista muy hermosa.
Las lágrimas debieron agolparse en mis ojos, supongo, porque con un impulso de súbita simpatía, una explosión de ternura femenina que vibraba tan fuertemente dentro de su noble ser, colocó su mano cariñosamente sobre mi hombro y dijo, en una voz tranquila, serena y baja: No podemos revocar lo pasado, ¿para qué entonces pensar en ello? Proceda como le pedí en mi carta que lo hiciera.
Volvió, se rió, cruzó rozando a mi lado, sonriéndome forzosamente, pues estaba a su paso, mientras yo, como un idiota, continuaba soñando con una súbita detención a mi lado, y no una, sino dos manos, puestas sobre mis sienes: Y bien: ahora que me has visto de pie: ¿me quieres todavía? ¡Bah! Muerto, bien muerto, me despedí, y oprimí un instante aquella mano fría, amable y rápida.
Palabra del Dia
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