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Actualizado: 24 de noviembre de 2025
Esta ciudad, ahora dormida, nos dijimos, ¡qué de veces no ha dispertado llena de sobresalto al grito de la rebelion y al rumor de los combates! Estalló un dia una guerra encarnizada entre César y Pompeyo.
Aunque desde ya podía asegurarse que los que pagarían el pato, si el rumor se confirmaba, serían los justos, los de conciencia, los que de buena fe se hubieran embarcado en la nave negrera del compadre de Su Excelencia.
Cuando el convoy iba a ponerse en marcha, vi aparecer por una puerta lateral, entre un rumor de sollozos, a la hija de Lacante, con un inmenso sombrero de crespón y un denso velo que la aplastaba y le hacía parecer tan pequeña como si tuviese apenas doce años.
El único rumor que fácilmente se percibió era una bullanga de alas vivamente agitadas, cual si todas las palomas del mundo estuvieran entrando y saliendo en la sala mortuoria y rozaran con sus plumas el techo y las paredes. Celinina se puso en pie, extendió los brazos hacia arriba, y al punto le nacieron unas alitas cortas y blancas. Batiendo con ellas el aire, levantó el vuelo y desapareció.
Este rumor crece y se extiende; pero nadie quiere creerlo, los españoles por parecerles demasiado lisonjero, y los franceses por considerarlo demasiado terrible. El absurdo se propaga y parece confirmarse; pero la Corte de José se ríe y no da crédito a aquel cuento de viejas.
Salvaron casi todo el valle caminando por una de las laderas. Á la mitad de él próximamente sintieron el lejano y débil repiqueteo del tambor. Algo más adelante percibieron un murmullo ó rumor vago y confuso que despierta siempre dulce emoción en los que asisten á esta clase de regocijos. La romería estaba cerca.
Si hacía sol, Lucía y Pilar bajaban al jardinete y pegaban el rostro a los hierros de la verja; pero en las mañanas lluviosas quedábanse en el balcón, protegidas por los voladizos del chalet, y escuchando el rumor de las gotas de lluvia, cayendo aprisa, aprisa, con menudo ruido de bombardeo, sobre las hojas de los plátanos, que crujían como la seda al arrugarse.
Al indescriptible rumor de los últimos alientos de mi tío, respondió en el acto desde la iglesia el primer tañido de las campanas que doblaban a muerto por él.
A la mañana siguiente se encontró curada de su melancolía y muy confiada en la infinita misericordia de Dios.» Los fieles se apretaron más en torno del púlpito para escuchar el ejemplo y gustaron con deleite su sabor novelesco. La novena terminó con una oración en latín. La muchedumbre rezó un Avemaría y un Credo. El clérigo bajó de la tribuna. Hubo fuerte y prolongado rumor en la iglesia.
Permanecimos breves instantes en silencio. Cesó el clamor callejero, pero oímos rumor de voces y pasos en la antecámara. Empecé a hablar sobre diversos temas, y al cabo de algunos minutos me pregunté qué se habría hecho del Duque.
Palabra del Dia
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