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Actualizado: 24 de noviembre de 2025


El relincho de reto, el aullido hostil y burlón, había resonado casi al pie de la escalera de la torre, prolongándose con el fuerte soplo de unos pulmones como fuelles. Casi al mismo tiempo sonó en la obscuridad un rumor estridente de abanicos abiertos: las aves marinas, sorprendidas en su sueño, salían disparadas de entre las rocas para cambiar de guarida.

A mi observación contestó Antonio: . Mi madre la llama «El Jardín de la Sultana». No te sientes ahí, agregó al ver que me disponía a hacerlo sobre un ancho banco, o poyo de piedra, cercano. Aquí estarás más cómodo. Y al borde mismo del estanque permanecimos algún tiempo, escuchando el suave rumor del agua.

Al notar la oleada del creciente rumor, abandonó la Tribuna la piedra que traía entre manos, y volviose iracunda, con la mirada rechispeante, a la inerme multitud.

Isidora puso atención, y en efecto, del fondo invisible venía un rumor hondo y persistente como el zumbar de las alas de colosal moscardón, zumbido semejante al de nuestros propios oídos, si tuviéramos por cerebro una gran bóveda metálica. «Es la rueda dijo la Sanguijuelera, adivinando la curiosidad de su sobrina y queriendo iniciarla en los misterios de aquella considerable industria.

Las hachas subían y bajaban, abriendo profundo surco, en las muescas marcadas en los troncos. Volaban las astillas y cada vez que sonaba un golpe más fuerte, más certero, extendíase por la plaza un rumor de aprobación. El inmenso público adivinaba la marcha de los cortes sin necesidad de verlos.

Al fin se detuvo, aturdido por su propio vaivén: apoyóse en el antepecho, y ocultando entre las manos su cabeza, estuvo de este modo un largo rato devorando su agonía. De pronto creyó sentir rumor extraño, alzó la cabeza, y en el fondo del corredor creyó ver una figura humana que avanzaba. El corazón le latió con tal violencia, que creyó que el pecho se le rompía.

En diez minutos la Fontana se quedó sin gente, y el rumor exterior pasaba, se oía cada vez más lejano, porque andaba á buen paso la oleada de pueblo que lo producía. Todas las señales eran de que había comenzado una de aquellas asonadas tan frecuentes entonces.

Los notables del país, invitados á comer, iban llegando. Clementina tuvo que pensar en su atavío. En las angustias de su situación, había olvidado que el tiempo pasaba y que era preciso sacrificarse por el decoro. Pasó rápidamente entre los convidados, á quienes Mauricio y Herminia hacían los honores de la casa, y encontró que ya se había propagado el rumor de la reconciliación.

Tchernoff se acordó de sus vecinos, de aquella pareja que ocupaba el otro departamento interior detrás del estudio. Ya no sonaba el piano de ella. El ruso había percibido rumor de disputas, choque de puertas cerradas con violencia y los pasos del hombre, que se iba en plena noche, huyendo de los llantos femeniles.

De cuando en cuando oigo a lo lejos el sordo rumor de un coche; suenan las campanadas lentas del reloj de la Puerta del Sol; una voz turba de pronto el sosiego profundo. »Y yo me siento ante la mesa y arreglo las cuartillas. Pero no se me ocurre nada. Aquella espontaneidad que yo sentía afluir en ya no la siento.

Palabra del Dia

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