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Actualizado: 24 de junio de 2025
11 El año seiscientos de la vida de Noé, en el mes segundo a los diecisiete días del mes; aquel día fueron rotas todas las fuentes del grande abismo, y las ventanas de los cielos fueron abiertas; 12 y hubo lluvia sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches. 13 En este mismo día entró Noé, y Sem, y Cam y Jafet, hijos de Noé, la mujer de Noé, y las tres mujeres de sus hijos con él en el arca;
Sobre la chimenea, un reloj de bronce muy elegante alternaba indignamente con dos perros de porcelana dorados, de malísimo gusto, con las orejas rotas. Las láminas de las paredes estaban torcidas, y una de las cortinas desgarrada; el piso lleno de manchas; la lámpara colgante con el tubo ahumadísimo.
Un minuto después se veía a sí mismo en figura semejante a la de D. Teodoro Golfín, poniendo ojos nuevos en órbitas viejas, claveteando piernas rotas y arrancando criaturas a la muerte, mediante copiosas tomas de mosquitos guisados un lunes con palos de mimbre cogidos por una doncella.
Había en el campo de los Turcos veinte mil infantes, y diez mil caballos, y la mayor parte de ellos eran de los que habian escapado de las rotas pasadas. Tendióse su caballería por el lado izquierdo, y la infantería por el derecho la vuelta del campo Cristiano. Opusose Roger con su caballería á la del enemigo, que por la frente y costado cerró con la nuestra.
Lo que no le había dicho era que él tenía mucho miedo; que así como se alegraba de ver rotas aquellas relaciones que iban a acabar con la poca salud que le quedaba y a dejarle en ridículo a los mismos ojos de Ana, le horrorizaba la idea de verse frente a frente de don Víctor con una espada o una pistola en la mano. La proposición primera de Frígilis la aceptó inmediatamente.
El barón en tanto había hallado un competidor digno de su esfuerzo y bríos en guerrero tan famoso como Don Sebastián de Gomera, lanza escogida de los caballeros de la Orden de Santiago. Acometiéronse con tal furia que al primer encuentro quedaron rotas ambas lanzas, y empuñando los aceros se atacaron con denuedo sin igual.
-Muy bien dice vuestra merced -respondió Sancho-, porque, según opinión de discretos, la culpa del asno no se ha de echar a la albarda; y, pues deste suceso vuestra merced tiene la culpa, castíguese a sí mesmo, y no revienten sus iras por las ya rotas y sangrientas armas, ni por las mansedumbres de Rocinante, ni por la blandura de mis pies, queriendo que caminen más de lo justo.
Está callada, callada, con la cabeza baja, con los ojos cerrados, con las hojas rotas en las manos caídas.
Á la media hora sólo se oían los ahogados gemidos del aire que entraba por las rotas vidrieras de las ojivas del templo, el atolondrado revolotear de las aves nocturnas que tenían sus nidos en el dosel de piedra de las esculturas de los muros, y el alternado rumor de los pasos del vigilante que se paseaba envuelto en los anchos pliegues de su capote, á lo largo del pórtico.
En las esquinas iban las compañías tomando puesto. ¡Qué conmovedoras las banderas rotas! ¡Qué arrogantes, y como sacerdotes, los que las llevaban! Parecían altos aunque no lo fueran.
Palabra del Dia
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