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Actualizado: 1 de mayo de 2025
Visita se acercó a la ventana para decirle al oído: Hijita, si quieres, puedes confesar ahora porque ahí tienes al padre espiritual... ya comerá contigo. Ana se estremeció y se separó de Mesía sin mirarle. Hola, hola dijo don Víctor que entraba dando el brazo a la robusta y colorada Edelmira-mujercita mía, ¿con que se está usted de palique con ese caballero?...
¡Alto allá! dijo de repente una voz robusta en el camino. Dejó Quevedo de pensar para poner su atención en lo que pasaba fuera, y oyó que algunos hombres hablaban amigablemente. Ha llegado, por lo que veo dijo Quevedo , la hora de la entrega, y pronto llegará la de la presentación. Si ese Juara no me engañase... si ese Juara me sirviese... y estoy más indefenso que un ratón cogido en trampa.
Allá por los años de 1790, los Porreños eran muy ricos, tenían gran boato y gozaban de mucha preponderancia en la Corte. Entonces Paz tenía diez y nueve años, y era tan fresca, robusta y coloradota, que un poeta de aquel tiempo la comparó á Juno.
Clara, que como buena y robusta madre criaba a su hijo, estaba sorprendida, pero acataba los fallos de su marido porque los creía fundados en las prescripciones de los sabios. Lo peor del caso era que ¡cosa rara! éstos no solían estar conformes en sus métodos.
Desde el día que le ha visto usted salir de Trembles, con una letra llegada de París en el bolsillo, como un soldado con su itinerario en la mano, sus esperanzas habían recibido más de un jaque, pero ello no había disminuido su fe robusta ni le había hecho dudar, por un minuto tan sólo, que el éxito, si no la gloria, estaban en París al fin del camino que él emprendía.
El perro indignado ante aquel recibimiento tan poco hospitalario, gruñó sordamente, enseñándole al mismo tiempo su robusta dentadura y su encendida boca. ¿Estará rabioso? se preguntó el hombre. Y dándose él mismo una respuesta afirmativa, le arrojó el palo con fuerza y entró en la casa gritando: ¡Un perro rabioso!... ¡Mi escopeta, mi escopeta!
»Amo yo más el árbol que sombrea la tumba incierta del guerrero hermano, que ese nido de perlas que hermosea blonda más débil que tu amor liviano. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . »Sus cuerdas una la robusta lira, y el corazón sus átomos perdidos: a un solo amor mi corazón aspira, para un solo guarda latidos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Por muy extraño que yo fuese a sus creencias, la había comprendido y había admirado su fe robusta y activa y aquel imperioso sentimiento del deber que podía más que sus timideces y hasta que su compasión. Y entonces también la adivinaba.
Cuestión de nombres, propia de retóricos ociosos. ¿A qué buscar más enseñanza ni más transcendencia en un libro, que deja al fin la impresión de salud robusta, de frescura patriarcal y de primitivos afectos que deja en el alma El sabor de la tierruca? Y en cuanto al nombre, el autor no le ha dado ninguno.
Salían de las calles inmediatas al Estrecho y a Punta Brava, de todos los lados de los Cuatro Caminos, de las casuchas de vecindad con sus corredores lóbregos y sus puertas numeradas, míseros avisperos de la pobreza. Ya no llegaban más carros del campo con su tosca solidez semejante a la de la vida robusta y sana.
Palabra del Dia
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