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Actualizado: 25 de mayo de 2025
No voy a hablar de ella impulsado por la fe poderosa que alentaba a San Pedro Alcántara, a San Francisco de Borja, a San Juan de la Cruz, al venerable Juan de Avila, a Bañes, a Fray Luis de Leon, al Padre Gracian, y a tantas otras lumbreras de la Iglesia y de la sociedad española, en la edad de oro de nuestra monarquía; ni con el candor con que la amaban y veneraban todos aquellos sencillos corazones que ella robó con su palabra y con su trato para dárselos a su Esposo Cristo; sino desde el punto de vista de un hombre de nuestro tiempo; incrédulo tal vez; con otros pensamientos, con otras aspiraciones, y, como ahora se dice, con otros ideales.
A la conclusión del drama se nos ofrece un contraste con la primera escena: así como Anastasio hace allí ver, en virtud de sus artes mágicas, el robo de la cruz á los príncipes de Persia, así aquí le muestran los ángeles á Heraclio con cilicio y corona de espinas en la cabeza, llevando en sus hombros el sagrado madero al templo de Jerusalén, y plantándolo en el altar. La devoción de la Cruz.
Aunque me paso todo el día en el campo a caballo, en el casino y en la tertulia, robo algunas horas al sueño, ya voluntariamente, ya porque me desvelo, y medito en mi posición y hago examen de conciencia. La imagen de Pepita está siempre presente en mi alma. ¿Será esto amor?, me pregunto.
Después añadió, designando el último talonario con cierto desprecio: Estas blancas sólo valen dos reales. Son para ver los gigantones y las campanas. Se venden muchas entre la gente menuda que viene a la catedral en días de fiesta. ¿Querrás creer que aún hay judíos que protestan y dicen que esto es un robo?
Al primer beso que le robó sobre la nuca estando bebiendo agua en la cocina, la arriscada costurera «le armó un escándalo». Se puso roja como una cereza, chispearon sus ojos expresivos con ira, y le gritó: ¡Cuidadito, que yo no sufro esas cosas!... Vaya usted a hacerlas con las que se lo aguanten. Esto iba sin duda con Nieves. Pablito obró con más cautela en adelante, aunque no con menor osadía.
Sólo quedó rellanando su cojín de terciopelo aquel wazir, de labios muy expeditos, que explicó en su elocuente peroración con noble independencia la diferencia extremada que hay de un robo a una conjuración.
Sí, traidor, y de la manera más criminal que puede ser traidor un vasallo: manchando ante la historia el nombre de su señor... porque tu nombre aparecerá manchado en la historia por esa tiranía feroz inmotivada contra los pobres moriscos; por esa codicia innoble que les robó. La mirada del rey se hizo vaga.
Sin hacer el menor caso del llanto de los niños, ni de las súplicas de las mujeres, aquellos desalmados se entregaron al saqueo. Nada respetaron, y haciendo del incendio un complemento del robo, bien pronto convirtieron aquel apacible y floreciente lugar en un verdadero infierno.
Cuando se le preguntaba si, como hombre religioso, no sentía remordimientos por este robo, decía que no, porque lo había hecho con reservas mentales y sentido un gran propósito de enmienda. Otros dos tipos curiosos teníamos en el barco: el médico Ewaldus Hollenkind, a quien nosotros llamábamos el doctor Cornelius, y el pequeño Tommy, el grumete.
Lo mejor que podía yo hacer, y eso he hecho, es enviarle a Montilla a que tranquilice y aquiete a su hermano, exigiéndole, como le he exigido, y él cumplirá su promesa, no revelar nunca a su hermano quien le robó y le tuvo prisionero.
Palabra del Dia
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