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Actualizado: 4 de julio de 2025


Las dos de labradores se diferenciaban harto. En la primera se había buscado, ante todo, el lujo del atavío y la gallardía del cuerpo; las cigarreras más altas y bien formadas vestían con suma gracia el calzón de rizo, la chaqueta de paño, las polainas pespunteadas y la montera ornada con su refulgente pluma de pavo real; y para las mozas se habían elegido las muchachas más frescas y lindas, que lo parecían doblemente con el dengue de escarlata y la cofia ceñida con cinta de seda.

En tu calvario eras ayer el astro solitario que alumbraba los campos de batalla, la dulce aparición, rizo del cielo, que infundía a los mártires consuelo, valor al héroe y miedo a la canalla. ¿Quién no sintió huídas sus congojas repasando tu libro en cuyas hojas la popular execración estalla? Hermanando la mofa y el lamento, vibra, encarnado en su robusto acento, el silbo agudo de candente tralla.

Me parece, señora dijo el rey , que creéis demasiado á doña Clara, que doña Clara no es tan esquiva como cuenta la fama, y que acaso don Rodrigo... ¡Oh, no; estoy segura de ella! ¿Pero creéis fácil que se corten cabellos á una mujer sin que lo sienta? ¿Os habéis olvidado de ese hermoso rizo, sujeto por hermoso lazo?

Hasta hace dos meses no me atreví á decirle que la quería sino con los ojos; ya lo habrán ustedes notado. El viernes pasado me dió un rizo de pelo. Pensé que me volvía loco de alegría... Fué la tarde en que les pagué á ustedes la merienda y unas cuantas botellas de amontillado... ¡Mentira! ¡mentira! gritaron todos á un tiempo. ¡No has pagado nada!

A seguida, doña Clara contó punto por punto á don Juan el estado en que la reina se encontraba, las traiciones de don Rodrigo, la historia, en fin, de aquellas cartas, su contenido, el incidente que en el principio de aquella noche había obligado á mentir á la reina; la historia del rizo, por último.

Ocupados de aquella suerte disfrutaban la dicha de olvidar, de borrar los años transcurridos volviendo á la edad de la niñez. Roma ingrata, Cartago destruida, sus patrias respectivas, poco, muy poco pesaban á su conciencia, no dejando ninguna traza en su corazón, como no la deja el rizo de la onda.

Siempre que se peina una mujer que tiene tan largos, tan hermosos, tan abundantes cabellos como doña Clara, queda una maraña; con pocas marañas como las que produce cada peinado de doña Clara, basta para hacer un hermoso rizo. ¡Ah! efectivamente, no había pensado en ello... dijo el rey pero me agradaría ver ese rizo... si fuera posible.....

Mientras tanto Soledad sacó al sol y se atavió con los mejores trapos que tenía, el vestido de fino merino negro, la media de seda calada, los zapatos de tafilete, el rico pañolón de Manila, los pendientes de diamantes: se rizó el pelo, lo adornó con flores al uso de la tierra y se sentó detrás del mostrador á esperar la hora.

Te he calumniado dijo en el corazón del hombre por quien has muerto; pero ya estás donde la verdad resplandece, pobre niña; verás que de los que aquí quedan, sólo queda en uno la amarga memoria tuya; yo haré que en los templos de Nápoles se eleven preces por tu alma y por tu descanso; yo rogaré á Dios por ti lo que me quede de vida; y puesto que una prenda tuya me legas, este rizo y mi recuerdo serán lo único que de ti quede algún tiempo sobre la tierra.

También el pelotón de la Guardia Rural al mando del sargento Rizo y el cabo Fifí, prestó excelentes servicios, demostrando una resistencia y un valor extraordinarios. Hacía dos días que nos encontrábamos acampados en Guayabal de Yateras, célebre por sus indios y su café.

Palabra del Dia

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