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Actualizado: 11 de junio de 2025


Mostrábase ella risueña y desenfadada, como siempre, y aún más que otras veces, contestando con salidas ingeniosas y picantes a los galanteos, también picantes, de Suárez.

Un día, con el alma llena de esta belleza plástica que nadie mejor que él podía apreciar, le propuso, no sin ruborizarse, que le dejase tomar apuntes de uno de sus brazos. Carlota le miró risueña y sorprendida, y le entregó su hermoso brazo para que lo copiase. Quiso inmediatamente modelar la cabeza, el pecho, la espalda.

En ocasiones, no obstante, se encontraron en la casa a solas los dos, o bien hablaron sin oyentes y sin otros interlocutores, cuando salían de paseo con Pepe Güeto y su mujer, y éstos se adelantaban o se quedaban atrás, embelesados en la interminable y risueña luna de miel, de que seguían gozando siempre.

Toda esa comarca tiene al mismo tiempo la risueña frescura y el encanto de una vegetacion muy esmerada, el sello de la actividad productiva, y un aspecto de majestad tranquila que recuerda mil episodios de la historia de Francia.

Con la lotería no puede haber prosperidad pública... ¿Qué?, te marchas otra vez. ¡Bonita manera de cuidar a un enfermo! Y vamos a ver, ¿qué demonios tienes que hacer por esas calles toda la mañana? A ver, explícame, quiero saberlo; porque es ya lo de todos los días». Jacinta daba sus excusas risueña y sosegada. Pero le fue preciso soltar una mentirijilla.

Mientras fue dichosa, su fisonomía movible y risueña, el alegre brillo de sus ojos hacía que no se pareciese tanto; pero ahora la desgracia y el dolor habían impreso en su mirada una melancolía profunda y en los rasgos de su rostro cierta expresión de fatiga, que eran las dos cosas que caracterizaban principalmente el semblante del conde de Onís.

¡Qué bajo eres, Pepe! exclamaba ella riendo. No importa que me llames lo que quieras. Soy tuyo, ¡tuyo hasta la muerte! Te quiero más que a Dios. Quiero a estos piececitos tan ricos y los beso. ¿Lo ves? A ver; que venga alguien a decirme que no debo hacerlo. Clementina le miraba risueña.

Ricardo se puso a despachar un pedazo de pavo al estómago con toda solemnidad, empujándolo de vez en cuando con tragos de Valdepeñas, mientras la niña, en pie, lo contemplaba risueña y satisfecha, gozando con el voraz apetito de su amigo, y cuidando de escanciarle vino y arrimarle los platos siempre que hacía falta.

Me recibió risueña y cariñosa. ¿Ya te vas? , tía... quiero llegar temprano. Nunca la vi más pálida ni más débil; apenas oíamos lo que decía, la parálisis era casi completa. La pobre anciana tenía un brazo completamente inmóvil y los dedos contraídos. En las extremidades inferiores no había fuerza; los pies estaban hinchados.

Al mismo tiempo me clavaba una mirada risueña, donde quise leer cierta burla despreciativa. ¿Usté también habrá venido a sus negocios? , señor, aquí me ha traído un asunto que, por fortuna, ya tengo casi arreglado respondí con tonillo impertinente, contestando a su mirada burlona con otra de desafío. El amor propio herido hizo despertar la cólera en mi pecho.

Palabra del Dia

irrascible

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