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Actualizado: 16 de junio de 2025


Era una criatura enteca, de rostro pálido: con el sueño estaba desencajado. Sus cabellos negros revueltos, erizados, le daban aspecto de aparecido. La alegría salvaje de los obreros ante aquel cuadro lastimoso produjo penosa impresión en Raimundo.

Sucesos insignificantes y casi olvidados reaparecen en su memoria como ocasiones de fortuna torpemente despreciadas. «Yo pude ser rico dicen en su pueblo , pero tuve mucha prisa en volver.» Y acaban por creerlo a ojos cerrados, y el deseo de regresar a la tierra de la esperanza es cada vez más imperioso, hasta que al fin se embarcan con iguales o mayores ilusiones que la primera vez... Y allá van, revueltos con los neófitos de la emigración; y ellos, los desengañados y maldicientes de poco antes, son ahora lo mismo que los veteranos que reaniman a los reclutas en las veladas del vivac con hiperbólicas historias.

Un perrillo microscópico y feísimo salió de entre unas mantas al lado de la chimenea y comenzó a ladrar, retirándose después gruñendo y tiritando. Diole a Margarita miedo el feo animalejo. ¡Parece un diablillo malo! decía. Estaba el salón medio a oscuras, los muebles sucios y revueltos, y veíanse prendas de vestir sobre algunas sillas.

Realmente no era grande su prisa por enterarse de aquellas cosas del socialismo que traían revueltos a los trabajadores. Algunos se indignaban con los libros antes de leerlos. ¡Mentiras, todo mentiras, para amargar la existencia!

A derecha é izquierda los ojos no descubren sino cerros desnudos y tristes, contrafuertes formidables de la Sierra, destrozados, revueltos, tajados en sus inmensas moles graníticas, ó multiplicándose en laberintos de rígidas colinas y laderas.

Después iba sacando del perfumado encierro todas las joyas que constituían su orgullo: pendientes y sortijas de gran precio revueltos con otras alhajas exóticas de bizarras formas y escaso valor adquiridas en sus viajes. ¡Mira bien! decía gravemente á Ferragut mientras frotaba contra su brazo desnudo el enorme brillante de una de sus sortijas.

El terreno quebrado y áspero y los intrincados y revueltos desfiladeros estaban tan próximos, que era fácil, previo aviso de que llegaban fuerzas muy superiores, escapar a toda persecución, refugiándose en las entrañas de la serranía. Confiado en esto, Morsamor hacía en el palacio larga parada, aguardando la vuelta de Tiburcio. Era alta noche.

Á la luz del farolillo, cuya dudosa claridad se perdía entre las espesas sombras de las naves y dibujaba con gigantescas proporciones sobre el muro la fantástica sombra del sargento aposentador que iba precediéndole, recorrió la iglesia de arriba abajo y escudriñó una por una todas sus desiertas capillas, hasta que una vez hecho cargo del local, mandó echar pie á tierra á su gente, y hombres y caballos revueltos, fué acomodándola como mejor pudo.

Los médicos de la plaza caminaban detrás, y con ellos el marqués de Moraima y don José el apoderado, que parecía próximo a desmayarse en los brazos de algunos compañeros de los Cuarenta y cinco, todos confundidos y revueltos por la común emoción con las gentes desarrapadas que seguían al torero. La muchedumbre estaba consternada.

Porque fue muy bella y quisiera que ustedes la hubieran visto conmigo. ¿O tenía el cielo balcones y los seres que me son queridos estaban asomados a uno de ellos? A la mañana veníamos, aun los pocos de la expedición de Baracoa, los seis y los que se nos fueron uniendo, revueltos por el monte de espinas y con la mano al arma, esperando por cada vereda al enemigo.

Palabra del Dia

lanterna

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