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Apenas había transcurrido una hora cuando otra bandera nuestra se vió ondear en la torre de la iglesia de Bakoor, que también se halla á orillas del mar, señal de nuevo triunfo de las tropas revolucionarias contra las fuerzas españolas que guarnecían dicho pueblo, compuestas de unos 300 hombres, los cuales por igual falta de municiones se rindíeron al ejército revolucionario.

Primero como ayo instructor del arte militar de una persona real; miembro después de algunas comisiones científicas, y empleado últimamente en el ministerio de la Guerra, cultivando la amistad de todos los personajes políticos; diputado varias veces; senador por fin y ministro del Tribunal Supremo de Guerra y Marina, no había estado en el campo de batalla sino persiguiendo a un general revolucionario, y eso con firme propósito de no alcanzarle nunca.

23. ¿Cómo se inició el movimiento revolucionario? 24. ¿Cuánto tardaron los ecuatorianos en ganar la independencia? 25. ¿Quién obtuvo la victoria sobre las tropas españolas? 26. ¿Cuándo se convocó la asamblea? 27. ¿Qué declaró esa asamblea? 28. ¿Qué forma de gobierno tiene ahora el Ecuador? 29. ¿Cómo se formó la constitución actual? 30. ¿Quién fué el primer presidente?

Al no poder vengarse Momaren del revolucionario Ra-Ra, que andaba fugitivo, quería saciar ahora su odio en el pobre Hombre-Montaña. Además, su vanidad de autor atribuía una intención malévola al pobre gigante, el cual, por simple torpeza, había interrumpido su fiesta literaria.

El revolucionario pensaba en el Maestrico, en aquel muchacho que había visto escribir trabajosamente a la luz del candil, en la gañanía de Matanzuela. Tal vez aquella alma simple contemplaba mejor el porvenir al través de su sencilla fe, que él con su indignación, que ansiaba destruir inmediatamente todo lo malo. Lo primero era crear hombres nuevos, antes de ir a la supresión del mundo caduco.

La calidad de los personajes, lo extraño del caso que reunía a personas procedentes de tantas partes y tan distintas por su cuna y por su vida: un revolucionario conocido en toda Europa por Zakunine; un escritor como Roberto Vérod; una dama de la nobleza, como la Condesa d'Arda; un ser misterioso como Alejandra Natzichet habrían excitado el interés general, si para ello no hubiera bastado la trama judicial.

Mi madre, que me amamantaba a la sazón, fue depositada sola en la casa de mi abuelo, bajo la salvaguardia de algunos soldados del ejército revolucionario. ¡Y aún causará asombro el que aquellos en quienes data la vida de estos siniestros días, hayan aportado con su conocimiento cierto sabor de tristeza y cierta impresión melancólica al genio francés!

Pero el gigante no quiso escuchar lo que juzgaba protestas políticas del revolucionario y le dió un golpe en la cabeza con uno de sus dedos, enviándolo otra vez al fondo del bolsillo. Llegó Gillespie al puerto, teniendo siempre ante sus pies un ancho espacio de terreno libre de gentío.

Nadie puede figurarse lo que tales insinuaciones influían en el respeto que generalmente se le tributaba: la aureola de revolucionario, conspirador, y singularmente la de sentenciado a muerte, le guardaban de las burlas, tretas y malas pasadas que de otra suerte no le hubieran sus discípulos escatimado.

Los principales agitadores de las asociaciones obreras, que veneraban al revolucionario, le habían rogado que huyese, temiendo por su vida. Las indicaciones de los poderosos, equivalían a una amenaza de muerte. Acostumbrados los trabajadores a la represión y la violencia, temblaban por Salvatierra. Tal vez le matasen una noche en cualquier calle, sin que la justicia encontrase jamás al autor.