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Actualizado: 5 de mayo de 2025
Para encontrar algo parecido, no igualado, sería preciso remontarse a la época en que González Bravo ejercía de revolucionario en el famoso Guirigay.» Te confieso que yo me reí anoche un poco cuando leí el Heraldo; pero luego me puse serio. Indudablemente dije , yo soy un hombre terrible.
El revolucionario, al volver de su emigración en Londres, ansioso de sol y de tranquilidad campestre, había ido a vivir en Marchamalo, al lado de su amigo el capataz. Algunas veces, al entrar el millonario en la viña, se encontraba con el rebelde hospedado en su propiedad sin permiso alguno.
Si el revolucionario parecía más capaz de matar, era entretanto verosímil que su posición en el partido, la fiebre de la propaganda y sus graves responsabilidades, le hubiesen impedido cometer un delito que lo ponía en manos de la justicia.
Se hizo un silencio; pero el laconismo del ruso no fué de larga duración. Sintió la necesidad de expresar su entusiasmo por el soñador de la roca marina de Patmos. El poeta de las visiones grandiosas y obscuras ejercía influencia, á través de dos mil años, sobre este revolucionario místico refugiado en el último piso de una casa de París. Todo lo había presentido Juan.
El recuerdo de su expulsión de la corte le hizo simpatizar obscuramente con este otro desterrado. Además, renacía en su interior una parte de la voluntad de la madre, con sus incoherencias y sus deseos confusos. El oficial de la Guardia prestó una atención de escolar á las doctrinas del revolucionario.
A Zurich iba para hablar de ella a otra infeliz, a Alejandra. Alejandra Natzichet ha muerto... Vérod estaba aturdido. No, no soñaba; pero la realidad tenía todos los caracteres del sueño. El hombre que hablaba en su presencia se parecía a aquel orgulloso revolucionario como las pálidas imágenes de una pesadilla se parecen a las personas vivas. ¿Muerta la Natzichet? ¿Cómo, por qué había muerto?
Muchas veces decía: «¡Qué lenguaje el de los números! Desde 1672, cuando aún vivía Carlos II, hasta 1868, el año en que hubo más ajusticiados por delitos políticos fue el 66.» En 1872 don José era ya revolucionario empedernido, y su ídolo don Juan Prim. «¡Si él viviera repetía con frecuencia no tendríamos guerra civil!» Cuando estuvo arrellanado en el sillón, pidió La Correspondencia.
Lo había llevado de Sicilia á Nápoles siguiendo á Garibaldi para destronar á los Borbones. «Mañana más revolucionario que hoy»; y sus compañeros le parecían de pronto unos reaccionarios, lo que le hacía buscar nuevas doctrinas que colmasen su insaciable deseo de destrucción y renovación.
Este, pues, higo chumbo revolucionario no llegó desde la aristocrática piña en que había nacido hasta la plebeya cuna en que vino a florecer, ni por peripecias dramáticas, ni por trágicas revoluciones: llegó naturalmente, con suavidad, como tras de la hinchazón viene el pus, y tras el pus la gangrena.
Estas dos fuerzas habían llegado a su más alto punto de desenvolvimiento, y sólo una palabra se necesitaba para trabar la lucha, y ya que el partido revolucionario se llamaba unitario, no había inconveniente para que el partido adverso adoptase la denominación de federal, sin comprenderla.
Palabra del Dia
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