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Al menos él no las había encontrado, o bien ellas, considerándole profano, le habían ocultado su retórica y su filosofía, guardándolas para los Pericles y los Sócrates, y luciendo, a lo más, su ingenio en calembours más o menos desvergonzados y burdos. Dicho sea en honor de la verdad y en alabanza de Rafaela, su sinceridad en todo aquello era completísima.

Si esto es realismo, bendito sea. Si realismo quiere decir guerra al convencionalismo, a la falsa retórica y al arte docente y sermoneador, y todo esto en nombre y provecho de la verdad humana, bien venido sea. Así pintaba Velázquez. El señor Pereda no es fotógrafo grande ni chico, porque la fotografía no es arte, y el señor Pereda es un grande artista.

Con particular interés se leerán los sainetes en que las pesadas tragedias, á la manera francesa, con su glacial retórica, sus afectos convencionales y sus sucesos sangrientos por frívolos motivos, se ponen en ridículo en ingeniosas parodias. Tales son El marido sofocado, El muñuelo, La Zara y Manolo.

La elocuencia del Magistral en el confesonario no era como la que usaba en el púlpito; ahora lo notaba. En el confesonario aprovechaba las palabras familiares que dicen tan bien ciertas cosas que jamás había visto ella en los libros llenos de retórica.

Palabras solamente replicó el doctor; palabras con que esos artistas de la frase saben suplantarnos en el corazón de nuestras hijas que no tienen empacho en sacrificar a esa retórica huera el cariño que les profesamos. Tío dijo con gravedad Antonia devolviéndole la carta; créame usted: Amaury quiere a Magdalena con amor puro y sincero.

Aquí era la marquesa la cautivada, porque cautiva la tenía la noblota ingenuidad del hombrecillo. Juraría entonces que aquella era la primera vez que veía de cerca un corazón de oro. ¡Y en qué cuerpo le hallaba, y de qué retórica se servía!

La carne no guardaba en manos de la ama la orden retórica, porque siempre iba de más a menos; no era nada carnal, antes de puro penitente estaba en los huesos. Y la vez que podía echar cabra u oveja no echaba carnero, y si había huesos, no entraba cosa magra.

Ni aun en estos críticos instantes podía el ayudante prescindir de aquella retórica anticlerical que acostumbraba a usar, y de sus frases campanudas. A cada una acompañaba un garrotazo. Los clérigos, no pudiendo sostener su rabioso empuje, volvieron grupas, y emprendieron desaforadamente la carrera.

Un forastero consumado en la retórica y reputado en Iraca como príncipe de la oratoria, Abú Alí Alkalí, huésped á la sazon del califa, se encarga de sustituir á Mohammed: dirige á los circustantes varias frases elocuentes; pero faltándole luego las palabras, enmudece, y se retira.

Al día siguiente de recibir la carta, muy temprano, el Magistral salió de casa, fue al Paseo Grande, buscó un lugar retirado en los jardines que lo rodean; y sin más compañía que los pájaros locos de alegría, y las flores que hacían su tocado lavándose con rocío, volvió a leer aquellos pliegos en que Ana le mandaba el corazón desleído en retórica mística.