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Puede formarse idea de su modo de andar recordando que las botas me visitaron tres años seguidos, después de tres remontas; y sólo á un sistema de locomoción tan ingenioso como prudente, se deben las etapas de vida que tuvieron las que, valiéndonos de la retórica del Duque, podremos llamar las quirotecas de los pies.

Su ciencia era mucha, su fortuna escasa, su corazón bueno, su alma una retórica viviente, su persona... su persona merece párrafo aparte. Frisaba en los cuarenta y cinco años; y esto que por casualidad, se confía aquí como sagrado secreto, porque él ni á tirones pasaba de los treinta y nueve. Era colorado y barbipuntiagudo, con lentes que parecían haber echado raíces en lo alto de su nariz.

Otros magistrados, menos inclinados a la crítica, se disponían a dormir disimuladamente, valiéndose de recursos que les suministraba la experiencia de estrados. Glocester se fue al grano en seguida. La antífrasis, el eufemismo, la alusión, el sarcasmo, todos los proyectiles de su retórica, que él creía solapada y hábil, los arrojó sobre el impío Arouet, como él llamaba a Voltaire siempre.

Seguían publicando historietas de la guerra para mantener el entusiasmo, pero ninguna noticia cierta. El gobierno lanzaba comunicados de vaga y retórica sonoridad. Desnoyers se alarmó: su instinto le avisaba el peligro. «Algo hay que no marcha pensaba ; debe haberse roto algún resorte

Bonifacio, al ver unidas por las manos a su mujer y a su querida, volvió a pensar en los milagros del diablo; y en su cerebro estalló lo de tigribus agnis, que tantas veces había leído en los periódicos y en alguna retórica. Indudablemente el tigre era su mujer. La cual estaba radiante. Para aquella clase de emociones y sucesos había nacido ella.

Ana al llegar aquí notó que su lenguaje se hacía entonado, impropio de ella, y se detuvo; aquellas metáforas parecían mal, pero no sabía decir de otro modo sus afanes, a no hablar con una claridad excesiva. El Magistral, que no pensaba en la retórica, sintió un consuelo oyendo a su amiga hablar así. Se animó... y habló de lo que le mortificaba.

Me figuro que cede a la inocente e inconsciente retórica de un alma romántica enamorada de los bellos períodos y de las frases cadenciosas, y esto me produce una especie de impaciencia despechada que me hace responder con frialdad y casi en tono burlesco. Si crees que la amo menos, te engañas. Su presencia me produce siempre la misma turbación deliciosa, y su belleza me encanta.