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Actualizado: 22 de junio de 2025


Apenas entraron en él los ingleses, un grito resonó unánime, proferido por nuestros marinos: «¡A las bombasTodos los que podíamos acudimos a ellas y trabajamos con ardor; pero aquellas máquinas imperfectas desalojaban una cantidad de agua bastante menor que la que entraba. De repente un grito, aún más terrible que el anterior, nos llenó de espanto.

Pero lo que más conmovió a los dos fue el imponente Dies iræ, cuando resonó bajo las bóvedas del templo, tocado por el eminente Thalberg.

¡Oh, por lo que he oído!... añadió lanzando una carcajada que resonó como el trino de un ruiseñor. Oliverio es un charlatán exclamé. De ninguna manera charlatán. Ha hecho bien en advertírmelo; sin él le atribuiría a usted una pasión desgraciada, y ahora ya lo que le preocupa: se trata de rimas añadió cargando la voz sobre la última palabra, que resonó de lejos como una alegre impertinencia.

El cuarto contenía las piedras sueltas y al descubrirlo un murmullo de admiracion resonó en la sala, Sinang volvió á castañetear con la lengua, su madre la volvió á pellizcar no sin soltar ella misma un ¡Sus María! de admiracion. Nadie había visto hasta entonces tanta riqueza.

Y a punto que Izquierdo le sacaba, resonó la voz de Juan Evaristo con agudísimo timbre, y entraba Segismundo, asombrándose mucho de ver al filósofo otra vez allí. x «¡Demonio de chico! dijo a Izquierdo cuando volvía de acompañar hasta la puerta al señor de Rubín . Hay que tener mucho cuidado con él y no perderle de vista cuando entra aquí.

Un grito de alegría resonó por todas partes: el alcalde y el cura se levantaron para ir al encuentro del joven; la madre de Carmen se mostró muy inquieta, y ésta se puso a temblar, cubriéndose su rostro de una palidez mortal.... Vamos, niña, le dije, tranquilícese Vd.; debe tener el corazón como una roca ese muchacho si no se muere de amor delante de Vd.

Mirábale la joven con dulzura, entreabiertos los labios por una ligera sonrisa y á Roger le parecía oir ya la anhelada respuesta; pero en aquel momento resonó en el patio del castillo una voz potente, seguida de gran ruido de armas y pasos y el trote de los caballos. La columna se ponía en marcha. ¿Oís? exclamó la joven, erguida, brillante la mirada. Van á partir. Es la voz de mi padre.

Más de mil pechos jadeaban oprimidos por la emoción; el interés hacía respirar á todos con dificultad. Nadie apartaba sus ojos del tribuno, que parecía haber crecido repentinamente. Al fin, después de una larga pausa dramática, su voz resonó en el majestuoso silencio.

Pero no cómo, sin salir de aquel estado de somnolencia, me hice cargo de que se creía todo perdido, y de que los oficiales se hallaban reunidos en la cámara para acordar la rendición; y también puedo asegurar que si no fue invento de mi fantasía, entonces trastornada, resonó en el combés una voz que decía: «¡El Trinidad no se rinde!». De fijo fue la voz de Marcial, si es que realmente dijo alguien tal cosa.

Los rizos perfumados de la joven tocaron las mejillas de don Juan y sus ojos se sintieron atraídos por la mirada dulce, apasionada, saturada de amor y de deseo del joven. Aquellos dos semblantes se unieron y resonó el estallido de un doble beso. Y entonces el bufón se separó del tapiz, se alejó y dijo bajando las escaleras: ¡Oh! ¡gracias á Dios! el veneno es inútil: el veneno no matará á nadie.

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