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Para mi seguridad y en bien del objeto que me propongo yo debía sellar para siempre sus labios porque ¿qué es la vida de un hombre ante el fin que persigo? La ocasion me es propicia, nadie sabe que he venido, estoy armado, usted indefenso; su muerte se atribuiría á los tulisanes, sino á otra causa más sobrenatural... y sin embargo yo le dejaré vivir y confío en que no me ha de pesar.

¡Oh, por lo que he oído!... añadió lanzando una carcajada que resonó como el trino de un ruiseñor. Oliverio es un charlatán exclamé. De ninguna manera charlatán. Ha hecho bien en advertírmelo; sin él le atribuiría a usted una pasión desgraciada, y ahora ya lo que le preocupa: se trata de rimas añadió cargando la voz sobre la última palabra, que resonó de lejos como una alegre impertinencia.

Sin embargo, por no hacer una ofensa, sin previa explicación, al duque de Orleans, le escribió el mismo día en que habían ya los periódicos publicado esta carta de intimidación que no podía ser conocida más que por una indiscreción palaciega, diciéndole que la supresión del párrafo por los periódicos adictos a su corte, no podía atribuirse más que a una ligereza de su carácter, y se veía él obligado a dejarlo en suspenso; decíale también al príncipe que, apreciando debidamente esta necesidad de honor, confiaba no lo atribuiría a la intención de ofenderle.

Si se aplica un sello á un pedazo de cera blanda, el sello se grabará en la cera: si suponemos al sello capaz de percepcion, verá en la cera la marca propia, y atribuirá al objeto lo que él mismo le ha dado. Si un vaso lleno de agua fuese capaz de percepcion, atribuiria al agua la forma, que en realidad no es mas que la forma del vaso mismo, del cual se comunica al agua.

Si el poeta las hubiese presentado al principio, se le atribuiría, sin duda, falta de sentido artístico, y no sin razón, puesto que el interés de los espectadores no podía fijarse en esas narraciones, hasta que su atención se concentrara de algún modo en los sucesos dramáticos que le antecedieron; pero Calderón ha evitado esta falta que se le achaca, con tanto ingenio como arte.

La negra por el honor es una novela extraña, llena de inverosimilitudes repugnantes, que se atribuiría más bien á Montalbán ó á Mira de Mescua, si no se supiera con seguridad que su autor es Moreto: una dama, perseguida por un caballero con propósitos deshonrosos, inventa, para guardarse de él, poner en su lugar un paje disfrazado de mujer, vistiéndose ella misma de hombre, y tiznándose el rostro para parecer un negro y andar libremente por el mundo de esta manera.