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Actualizado: 20 de junio de 2025
Presión grande hubo de hacer sobre su espíritu la desgraciada mujer para resignarse a tan atroz desventura... ¡Ser llevada a un recogimiento de mendigos callejeros como son conducidos a la cárcel los rateros y malhechores! ¡Verse imposibilitada de acudir a su casa a la hora de costumbre, y de atender al cuidado de su ama y amiga!
Sí, pero sobre todo la presciencia de los peligros que hace correr a aquellos a quienes tiene la misión de guardar y no guarda... En el estado actual de nuestras costumbres, ¿qué puede hacer una joven que quiere casarse y no encuentra con quién?... Resignarse en el celibato respondió la de Ribert. No hay otra cosa.
Para un espíritu en que exista el amor instintivo de lo bello, hay, sin duda, cierto género de mortificación, en resignarse a defenderle por medio de una serie de argumentos que se funden en otra razón, en otro principio, que el mismo irresponsable y desinteresado amor de la belleza, en la que halla su satisfacción uno de los impulsos fundamentales de la existencia racional.
Pronto se cansaron los pasajeros de contemplar la cortina de bruma. Muchos creían ver en su densa superficie bultos negros que surgían de pronto y se agrandaban, siluetas de buques viniendo sobre ellos a todo vapor. Acabaron por resignarse, mostrando un valor fatalista; lo que hubiese de ocurrir era inevitable.
Pero la estúpida obstinación del tío Jacobo era tal, que no quedaba más recurso que resignarse y dejar que tomasen aliento los caballos en tanto que el viejo pastor hablaba. Un día Jacobo, como de costumbre, luego que nos vio a lo lejos, bajó la pendiente de la quebrada, y plantado como un mojón en medio del estrecho sendero que debíamos seguir nos detuvo.
Don Juan fingió resignarse con la negativa, y formó propósito de irse luego siguiendo de lejos a Julia.
Pensó que iba á ver á la Virgen del bordado y que podría acabar su boceto del natural. El amor al arte, su ternura por Herminia; todo iba á ser satisfecho al mismo tiempo. Bendijo mentalmente al hombre que le proporcionaba todas estas satisfacciones y juró indemnizarle del esfuerzo que le habría costado el resignarse.
Era algo como la muerte, que todos sabemos que vendrá a su hora; pero la vemos tan lejos... ¡tan lejos!... Guardaba cierta calma cuando el viaje era sólo un motivo de conversación; pero ahora era una realidad, un hecho que iba a ocurrir dentro de unas horas, y no podía resignarse. Y no te veré, Fernando; ¡piénsalo bien!
Sería asunto de algunos cañonazos bien dirigidos." Pero el Estado francés no presta sus cañones á los particulares, aunque sea para bombardearse en familia, y Clementina tuvo que resignarse á ver la casa maldita que se levantaba á lo lejos, punto blanco en el horizonte verdoso de los bosques.
La cogida atroz en la plaza de Sevilla cortó, con la rudeza del dolor físico, su despecho amoroso. La enfermedad y luego su tierna aproximación a Carmen durante la convalecencia le habían hecho resignarse con su desgracia. ¿Pero olvidar?... Eso nunca.
Palabra del Dia
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