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Actualizado: 3 de julio de 2025


Este no se la dejó repetir, porque, listo y alerta como era, se debió dar cuenta en un segundo de la situación por que atravesábamos, y puso los caballos en movimiento. Mi tío dejó hacer, y se hundió en un profundo silencio, pero al llegar a la barranca de la Recoleta, donde nos detuvimos exclamó suspirando ¡dichosos los que han muerto!

En repetir las palabras de los mozos y en remedar y contrahacer el modo y los ademanes con que las decían entretuvieron el camino hasta Toledo; y luego, siendo la guía Carriazo, que ya otra vez había estado en aquella Ciudad, bajando por la Sangre de Cristo, dieron con la posada del Sevillano; pero no se atrevieron a pedirla allí, porque su traje no lo pedía.

Sólo acuden á mi memoria y pronuncian mis labios las hermosas palabras que en boca de los ángeles oyeron los pastores: Gloria á Dios en las alturas y paz en la tierra á los hombres de buena voluntad. Paz anhelamos todos, y ahora que la Nochebuena se aproxima, debemos repetir la exclamación angélica, pidiendo paz al cielo.

Con permiso de usted, tío Tomba: hace más de dos horas que estamos hablando. Tengo que continuar la lección. Y mientras el pastor, despedido cortésmente, guiaba sus ovejas hacia el molino, para repetir allí sus historias, empezaba de nuevo en la escuela el canturreo de la tabla de multiplicar, que era para los discípulos de don Joaquín el gran alarde de sabiduría.

Maud se había vestido elegantemente para asistir al baile, y no terminaría la noche sin que los dos tuviesen una explicación. Necesitaba conocer el motivo de su conducta inexplicable. Después de la comida la vio en el jardín de invierno tomando el café con los Lowe. El señor Munster fue a su mesa para repetir la invitación, y Maud le contestó con movimientos negativos.

por cierto: á poco de haber salido la duquesa, volvió á entrar más pálida y más conmovida, fijó una mirada cobarde en el lecho y volvió á repetir, ¿Dónde está la reina? ¡no parece su majestad! ¿qué es esto, Dios mío?

Entró en un teatro; encontró insípida la obra que se representaba, á pesar de que llevaba doscientas representaciones, y volvió á Montretout en el último tren. Dormía profundamente por la mañana, cuando la puerta de su cuarto se abrió bruscamente y entró el señor Roussel diciendo: ¡Soy yo! ¡Cómo, perezoso! ¿estás todavía en la cama? Ven á abrazarme. Mauricio no se lo hizo repetir.

Al desembarcar en Barcelona, su madre le entregó una carta escrita casi en su agonía. «Valencia, hijo mío; ¡siempre Valencia!» Y luego de repetir varias veces esta recomendación, le hacía saber que era su heredero. Los libros, las estatuas, todos los recuerdos gloriosos de Labarta, pasaron á Barcelona para adornar la casa del marino.

, señora, de Guimarán, de don Pompeyo, que se está muriendo y quiere que le vaya a confesar el señorito. Hijo y Madre dieron un salto; doña Paula quedó en pie, don Fermín sentado en su lecho. Se hizo entrar a la criada de Guimarán y repetir el recado. La criada lloraba y describía entre suspiros la tristeza de la familia y el consuelo que era ver al señor pedir los Santos Sacramentos.

Le había dicho, con unas palabras muy elocuentes, que ella no podía repetir al pie de la letra, algo parecido a esto: «Hija mía, ni aquellos anhelos de usted, buscando a Dios antes de conocerle, eran acendrada piedad, ni los desdenes con que después fueron maltratados tuvieron pizca de prudencia». Pizca había dicho, estaba ella segura.

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