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Actualizado: 18 de junio de 2025
Pero esto sólo representaba á los ojos de los admiradores de Simoulin un detalle histórico insignificante, y todos repetían, con la firmeza del que dice la verdad: Víctor Hugo, que fué íntimo amigo de nuestro Simoulin. De otras amistades hablaba el grande hombre con más exactitud. En el Barrio Latino había tenido por camaradas á Zola, á Daudet y á otros escritores de su generación.
Al llegar al entresuelo, pasamos a una habitación sin muebles; no había en ella mas que un piano, sobre el cual manoteaba un mísero bujarrón tuberculoso; en torno suyo había una fila de mujercitas, que repetían a coro una canción necia.
La primera vez que esto pasó, las religiosas se alarmaron; mas domada la furia sin que fuese preciso apelar a la fuerza, cuando se repetían los accesos de indisciplina y procacidad no les daban gran importancia. Era un espectáculo imponente y aun divertido el que de tiempo en tiempo, comúnmente cada quince o veinte días, daba Mauricia a todo el personal del convento.
A las nueve fui a buscarla a casa de Jacoba. Ya te lo habrá dicho ella. Me pasé allí cerca de dos horas. Y como si el diablo quisiera mortificarnos, la criatura chillaba sin cesar... Sí, sí, ya sé todo eso... ¿Y luego? ¡Qué noche! Los chubascos se repetían sin cesar. Las calles estaban perdidas, sobre todo por aquellos barrios extraviados.
A este se le olvidaba una cosa, a aquel otra, una hebilla, una pluma, un cordón. Unos llamaban a sus mujeres para que les alcanzasen algo, y todos repetían: «¡la hora...!». Después se arremolinaban abajo, en la escalera principal.
Pero estas negligencias se repetían tan á menudo, servían tan poco ya las miradas, que le fué preciso al marido recurrir á los pellizcos y á los pisotones; y ya la señora, que á duras penas había podido hacerse superior hasta entonces á las persecuciones de su esposo, tenía la faz encendida y los ojos llorosos.
Sentían un ansia de novedad, de verlo todo de una vez, como descubridores que acabasen de abordar a una tierra desconocida. Disponían de poco tiempo. Junto a la escala, el mayordomo y los camareros repetían a los fugitivos que el buque iba a partir a las doce en punto: ni un minuto de retraso. Ojeda se vio solo en el muelle. Casi todos los pasajeros estaban ya en la Avenida.
A los pocos minutos prefería hablar con el viejo, sentándose en el mismo diván. El primer motivo de conversación era el ausente. Repetían fragmentos de las cartas que llevaban recibidas; hablaban del pasado con discretas alusiones. El pintor describía la vida de Julio antes de la guerra como una existencia dedicada por completo á las preocupaciones del arte.
Los moedines gritaban en las torres de las mezquitas en son grave y acompasado, y los devotos y faquires repetían cantando las aleyas y las altacabiras, en tanto que el bullicio de la alborotada y curiosa gente se dirigía hacia la Alcazaba, en donde tenía su madriguera el misterioso Ben-Farding.
¡Pobrecillos! ¡pobrecillos! repetían las damas pasando revista con sus ojos aterrados a aquellas fisonomías tristes y demacradas que se volvían hacia ellas sin expresión alguna, ni siquiera de curiosidad. ¿Y no habría medio de remediar estos efectos tan desastrosos? preguntó Clementina con arranque.
Palabra del Dia
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