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Por los crímenes de los esposos, por las negligencias de los padres, por las faltas de los hijos. Perdón, Señor. Por los atentados contra el Romano Pontífice. Perdón, Señor. Por las persecuciones levantadas contra los obispos, sacerdotes, religiosos y sagradas vírgenes. Perdón, Señor.

Pero estas negligencias se repetían tan á menudo, servían tan poco ya las miradas, que le fué preciso al marido recurrir á los pellizcos y á los pisotones; y ya la señora, que á duras penas había podido hacerse superior hasta entonces á las persecuciones de su esposo, tenía la faz encendida y los ojos llorosos.

Obdulia, que no pudo habituarse a vivir entre cajas de muerto, enfermó de hipocondría; malparió; sus nervios se desataron; la pobreza y las negligencias de su marido, que de ella no se cuidaba, agravaron sus males constitutivos.

Pero estas negligencias se repetían tan a menudo, servían tan poco ya las miradas, que le fue preciso al marido recurrir a los pellizcos y a los pisotones; y ya la señora, que a duras penas había podido hacerse superior hasta entonces a las persecuciones de su esposo, tenía la faz encendida y los ojos llorosos. Señora, no se incomode usted por eso le dijo el que a su lado tenía.

De sus tiempos de miseria le quedaba la conmiseración para los jornaleros, fingiendo no ver sus descuidos y negligencias. Pero sus actos valían más que sus palabras, pues queriendo demostrar gran interés por el amo, hablaba duramente a los braceros, con ese exceso de autoridad que revela el humilde apenas se ve elevado sobre sus camaradas.