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Actualizado: 11 de mayo de 2025
D. José Hualte, en presencia de lo más calificado del acompañamiento, les propuso a los Reos, con tal viveza de razones, gravedad de estilo, solidez de textos sagrados, energía valiente y acrimonía poderosa y compasiva, la miseria, fealdad, horror y abominación de sus crímenes singulares, que pudiera serles aquella reprensión el más penoso castigo a no templársela quien se la daba, en su más dulce y saludable medicina.
Era prohibido tocar a los reos; pero el populacho se desquitaba cubriéndoles de escarnios y maldiciones. ¡Ah! ¡ah! ¡mártires del Diablo, ya veréis cómo escuece! ¡Que os echen dos puñados de sal y un tantico de orégano! ¡Que le metan a ésa un cohete por debajo del rabo pa que le conozco su madre cuando la quema! Una mujer gritó desde una ventana: ¡Arrepentíos, desdichados; pensad en los infiernos!
Y vosotros, qué sois? flojos pigmeos Sin brazos, sin espada, sin creencia, Temblando ante el tirano como reos Sofocando la voz de la conciencia...! Y bebereis oprobio eternamente Sin levantar la deslustrada frente!
Ultimamente, el doctor don Vicente Maza, el secretario de Rosas y procesador de los reos, murió también degollado en la sala de sesiones; de manera que Quiroga, sus asesinos, los jueces de los asesinos y los instigadores del crimen, todos tuvieron en dos años la mordaza que la tumba pone a las revelaciones indiscretas. Id ahora a preguntar quién mandó matar a Quiroga. ¿López? No se sabe.
El edificio entero, al parecer complicado, pero en realidad muy sencillo, costó apénas 30,000 pesos y solo exige un gasto anual de 5,000, á lo sumo, como déficit del producto que deja, respecto de los gastos, el trabajo de los reclusos. Puede contener 56 reos, á juzgar por el número de celdas; pero jamas se ha colmado y ordinariamente no tiene sino unos 46.
Y la sentencia de garrote y fuego que dicho Juez dió contra los dichos reos, y modo con que se ejecutó su muerte el día 18 de Abril de este presente año de 1681. Con licencia, impreso en Sevilla por Toribio López de Haro, en las Siete Revueltas.
Eran ya pasadas las cuatro de la tarde cuando el Secretario del Santo Oficio entregó los relajados al Corregidor y a sus tenientes. Los reos fueron montados sobre escuálidos jumentos, y la trágica procesión enderezó por la Calle de las Armas, camino del quemadero. El auto continuaba, pero los familiares, según la nueva costumbre, subieron en sus caballos para presenciar el suplicio.
Además, se le acusa a usted de haber asistido y tomado parte en varias reuniones que los conspiradores de Nieva han celebrado con asistencia del mismo fugado cabecilla y de otros varios reos políticos. En estas reuniones usted ha usado de la palabra alentando a la rebelión y suministrando ideas para que lograse éxito feliz.
Al atravesar un campo situado a la salida de la población, me dijo mi padre: «Este es el sitio donde se ajusticiaba a los reos de muerte.» Sentí un temblor igual al que corrió por mi cuerpo cuando vi al hombre del cajón verde. ¡Dios mío, qué lejos estaba en aquel momento mi corazón de estas escenas de horror!
Noticioso Merlo de lo que sucedia á su alcalde, clamando «favor al rey y á la justicia,» se metió con algunos ministros en el tumulto; pero concurrió tanta gente en defensa de los reos, que para salvar la vida tuvo que refugiarse en S. Lorenzo cerrando las puertas.
Palabra del Dia
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