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Actualizado: 3 de julio de 2025
Don Fadrique, príncipe de singular prudencia, y maestro grande de la arte del reinar, no quiso empeñar su reputacion en nuestras armas, porque las tubo por perdidas cuando le pidieron socorro, ni declararse por enemigo de Andronico hasta que le vió sin fuerzas para defenderse; pero los accidentes fueron tan diferentes de lo que se presumia, que la resolucion del rey con tanta razon determinada, vino como veremos, á no tener el efecto que hubiera si antes les socorriera.
Al llegar á Rouxmesnil, Herminia, que no había estado allí más que dos veces con la señorita Guichard y llevaba los ojos hinchados de llorar, la cabeza aturdida por el insomnio y el corazón oprimido por el pensamiento de la pena que debía experimentar Mauricio, creyó que entraba en una prisión. Las maderas cerradas hacían reinar una oscuridad húmeda en todas las habitaciones.
21 De veintidós años era Amón cuando comenzó a reinar, y dos años reinó en Jerusalén. 22 E hizo lo malo en ojos del SE
Ustedes y nosotros estamos todos danzando al compás de una música: si por la misma levantan el pié al mismo tiempo que nosotros, no nos culpen de ello; es la música quien dirige nuestros movimientos. ¿Creen ustedes que los frailes no tenemos conciencia y no queremos el bien? ¿Creen ustedes que no pensamos en vosotros, que no pensamos en nuestro deber, y que solo comemos para vivir y vivimos para reinar? ¡Ojalá así fuera!
Se trataba de someterse a ella como uno se somete al eterno destino, pero era necesario que no se hiciera criminal: debía reinar pura en el fondo de mi corazón puro. Y, en verdad, no me habían llamado a esa casa para labrar su desgracia. Una gran misión, una misión sagrada me esperaba.
2 Edificó él a Elot, y la restituyó a Judá después que el rey durmió con sus padres. 3 De dieciséis años era Uzías cuando comenzó a reinar, y cincuenta y dos años reinó en Jerusalén. 4 E hizo lo recto en los ojos del SE
Echáronse, pues, a vuelo las campanas: con este motivo hubo quien dijo: principio quieren las cosas, y quien añadió: que el reinar no quiere más que empezar. Digo, pues, que se echaron a vuelo las campanas, y el labriego se aturdía; verdad es que el ruido no era para menos. ¿Qué fiesta es mañana? preguntaba el buen hombre. Festéjase la llegada de vuestra merced, señor casteçao.
¿No han vuestras mercedes leído -respondió don Quijote- los anales e historias de Ingalaterra, donde se tratan las famosas fazañas del rey Arturo, que continuamente en nuestro romance castellano llamamos el rey Artús, de quien es tradición antigua y común en todo aquel reino de la Gran Bretaña que este rey no murió, sino que, por arte de encantamento, se convirtió en cuervo, y que, andando los tiempos, ha de volver a reinar y a cobrar su reino y cetro; a cuya causa no se probará que desde aquel tiempo a éste haya ningún inglés muerto cuervo alguno?
Cerré la puerta de mi gabinete, sentámonos los dos con la mesita entre ambos, y comencé a hablarle de esta manera: Ha de saber usted, amigo Neluco, que desde que volvieron a reinar el orden y el silencio en esta casa, después de muerto y sepultado mi tío, yo no sé en qué invertir las horas que me sobran dentro de ella... Me parecen interminables, no veo el modo de mejorarlas y me asusta lo porvenir con una perspectiva semejante.
Continuemos: ¿Qué clase de gobierno es éste bajo el cual nos hallamos, y al que es preciso respetar, ya que es la voluntad del rey que así sea? Se me figura completamente opuesto a la paz y caridad que debe reinar entre los cristianos; pues no se ocupan sino de juzgarse unos a otros y de revelar todo lo que de malo pueden saber éstos de aquéllos, todos con el mayor ensañamiento.
Palabra del Dia
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