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Actualizado: 30 de junio de 2025
Aquella noche, por ejemplo, el doctor don Bonifacio de las Vueltas, amigo personal del doctor Montifiori, bella fortuna, bella posición política, en situación de servir y no de ser servido, había regalado qué sé yo qué par de estatuas imposibles, imitación bronce de pacotilla, mientras que mi ex-patrón, don Eleazar de la Cueva, un hombre quebrado, en una situación desesperante de fortuna, había arrojado sobre la cabeza y el cuello de la linda novia una cascada de perlas y de diamantes.
Ya arreglaremos eso. Y en efecto, hizo llamar al mayordomo y le dijo que aquella tarde era preciso ir á Villoria á ver un castañar que le proponían en venta. Con esto se deshizo por entonces la maquinación seductora de Regalado, quien se fué á la cocina con las orejas gachas.
En una de sus esquinas tenía el escudo y en el centro sobre la puerta de entrada una hornacina donde en otro tiempo, según los viejos, había estado un guerrero de piedra. D. César lo había sustituído por otra estatua de piedra también que le había regalado su amigo el canónigo de Oviedo.
Es así que hay, a lo que dicen, pues yo no los he contado, 1.200 millones: luego mil millones son hijos del arte, pura creación del espíritu, producto de nuestro fecundo ingenio. Pongamos, pues, que una sexta parte de cuanto hay, y quizás sea mucho poner, lo ha dado, lo ha regalado la naturaleza. Las otras cinco sextas partes han costado mucho trabajo al espíritu.
Me parece bien; pero de todas maneras, yo reclamo para mí el altísimo honor y el regalado deleite de ser en la botica el mensajero de tan buena nueva. ¡Se las he dado tan amargas a los dos excelentes amigos en estos últimos días!... Concedido con toda el alma. Pues sélleme usted las credenciales con un apretón de manos. Ahí va la mía, y el corazón con ella. Un abrazo además.
En la época en que pasaba por su amante, él le había regalado una piedra antigua de gran valor, que tenía grabado un fénix. Lejos de encontrar en aquel regalo una alusión o una alabanza, Judit lo consideró siempre como un emblema de tristeza y había hecho grabar a su alrededor estas palabras: ¡Siempre solo!
Dos o tres de ellos se han entretenido en cazar a nuestras inocentes vecinas; pero con muy mala fortuna. Los revolucionarios tienen mala puntería. ¡Pobres palomas!... En efecto dijo Bringas , yo he sentido tiros esta mañana. Pocas han caído. A mí me han regalado tres, gordísimas... Le digo a usted que esos infelices son la mejor gente del mundo.
Y ese señor ¿que tiene aire feroz y mira á todo el mundo por encima de sus hombros? pregunta el novato señalando á un hombre que mueve la cabeza con altanería. Pero Tadeo no responde, alarga el cuello para ver á la Paulita Gomez que venía en compañía de una amiga, de doña Victorina y de Juanito Pelaez. Este les había regalado un palco y estaba más jorobado que nunca.
Pacita, sin contestar, llamó la atención de una de sus hermanas. Mercedes, mira qué pulsera tan bonita le ha regalado el general a Esperanza. La segunda de Alcudia perdió su rigidez por un momento, y tomando el brazo de Esperanza la examinó con curiosidad. Es muy bonita. ¿Te la ha regalado el general? preguntó cambiando al mismo tiempo con su hermana una mirada maliciosa.
Lucía, al desnudarse, vio sobre la mesa los paquetes de sus compras de ropa blanca. Se mudó con delicia, y acostose creyendo dormir como una bienaventurada, a semejanza de la noche anterior. Mas no gozó de tan regalado reposo, sino de un sueño inquieto y desigual.
Palabra del Dia
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