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Actualizado: 3 de junio de 2025
El golfo se coloreaba de rosa, como si creciesen en sus entrañas, bajo los rayos oblicuos del sol, inmensos bosques de corales. El azul del cielo también se tornó rosado, y las montañas se incendiaron al reflejar el astro agonizante. El penacho del Vesubio era menos blanco que en la mañana. Su columna nebulosa, rayada con estrías rojizas por la luz moribunda, parecía reflejar el fuego interior.
El chicuelo de la cascada había huido al ver los revólveres, con un trote de perro inquieto, refugiándose bajo el telón. Desde allí, cual si temiese por la integridad de aquellos bocales de dulces, que eran la fortuna de la familia, abarcándolos en sus brazos, avanzaba la jeta, mirándolo todo con ojos de antílope asustado. Pareció reflejar el paisaje la emoción general.
Le recibía tendiéndole los brazos, estrujándolo entre sus blancas y firmes durezas de hembra belicosa, la boca algo torcida por una crispación de deseo, los ojos agrandados y vagos, con una luz extraña que parecía reflejar mentales desarreglos.
Sus labios temblaban en ciertos instantes con una agitación que parecía reflejar otros estremecimientos inferiores y ocultos. Las manos se hacían ganchudas, acompañando con movimientos agresivos las vibraciones de una voz aguda y cortante. Casi todos los días las vecinas de media calle se peleaban con el resto de la calle, las de medio pueblo contra el resto del pueblo.
Hasta el Océano parecía reflejar bondadosamente la alegre camaradería de los pasajeros.
Al cabo de un rato los rostros empezaron a reflejar el cansancio, poniéndose rojos o pálidos, según el temperamento de cada uno. Con la boca entreabierta, las mejillas inflamadas y la frente cubierta de sudor, no ofrecían otra expresión que la de la estupidez más cumplida.
El mar estaba murmurando ahí únicamente para reflejar las imágenes de oro que cruzaban por mi mente... Ningún hombre fue cazado por la especie con más precauciones, con más exquisito cuidado... Todos los lazos que nos tiende la Naturaleza para realizar su plan misterioso se pueden evitar; hasta la misma voluntad de vivir se puede vencer; yo la he vencido, pues que apetezco con ansia la muerte.
Parece que el mar hubiera sido atraído a aquella ensenada por un canto irresistible y que, al besar el pie de esas montañas cubiertas de bosques, al reflejar en sus aguas los árboles del trópico y los elegantes contornos de los cerros, cuyas almas dibujan sobre un cielo profundo y puro, líneas de una delicadeza exquisita, el mismo océano hubiera sonreído desarmado, perdiendo su ceño adusto, para caer adormecido en el seno de la armonía que lo rodeaba.
Era una barca de pesca y tan luego como tomaba el largo se tendía la vela; después, en una mar lenta, plana, blanca al reflejar el sol, como si fuera de estaño, el patrón tendía las redes.
El sol enviaba alegremente sus dorados rayos a través de las vidrieras de colores de la capilla, e iba a reflejar sus mil maticos sobre el banco pulimentado y negro de encina, cargado de pesadas esculturas, banco en el cual se sentaba Kernok en los días solemnes. ¡Ah! ¡y con qué dignidad tranquila y majestuosa ostentaba en él su pechera y su frac marrón! ¡con qué destreza ocultaba su chicote a la vista del cura! ¡con qué aire de compunción cerraba los ojos, fingiendo rezar y recogerse, cuando la plática del sacerdote le sumía en la más agradable somnolencia!
Palabra del Dia
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