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Se refería a sus vicios y se jactaba de ellos con suave cinismo que a algunos hacía gracia y a otros repugnaba. De todos modos, era un compañero agradable y hombre con quien había seguridad de no tener choque alguno por palabra de más o de menos. En todas partes inspiraba alegría su presencia, la alegría serena, apacible que su rostro reflejaba constantemente.

Los celos lo dominaban todo en su ánimo con fuerza incontrastable: pensaba que su astucia y el tiempo pondrían en claro cuanto se refería al cúmulo de infamias atribuidas a su amante; pero quería saber pronto, inmediatamente, si era verdad que Pepe amaba a otra mujer: lo demás tenía a sus ojos menor importancia.

El médico Valdivieso y el licenciado Daza Zimbrón alentaban a Bracamonte con exclamaciones fervientes; mientras Hernán de Guillamas, que había sido procurador de Avila en las Cortes de Madrid, refería con patriótico dolor, en apoyo de don Diego, la mofa que el Rey hacía de los dictámenes de todo el reino congregado.

Lo peor de todo, lo que haría saltar al Obispo, era lo que se refería al abuso indecoroso del confesonario. Se contaban horrores; en fin, ello diría. Don Álvaro propuso que las cenas mensuales se suspendiesen hasta el Otoño y suplicó que se guardase el más profundo secreto.

En pie, delante del púlpito, seguía con gran curiosidad las palabras del excusador, haciendo inútiles esfuerzos por adivinar a quién se refería. Al cabo vino a averiguarlo, cuando el excusador puso a su monstruo un gorro frigio sobre la cabeza. ¡Ah, , Garibaldi exclamó lleno de alegría!... Muy bien, muy bien... ¡Duro en él, D. José, duro en él; duro en ese pillo!...

La Baronesa de Börne, frecuentadora asidua de la Casa de Salud, refería a todos los recién llegados la historia, con gran acopio de detalles, y ellos se quedaban escuchándola, indiferentes a esas cosas pasadas, de las que no habían sido espectadores, y hasta fastidiados con tan monótono relato. Y pronto llegó el día en que la misma Baronesa olvidó el asunto.

El Presidente Mac-Kinley leyó el telegrama ante el Senado, donde se debatió para su ratificación el Tratado de París de 10 de Diciembre de 1898, en cuanto se refería á la anexión de las Filipinas, obteniendo por tan criminal medio, la aprobación total del referido Tratado, solamente por tres votos, los cuales se dieron con la protesta de hacerlo, en consideración al estado de guerra en estas islas.

Referirle lo ocurrido era ya para ella un verdadero castigo de su perversidad, porque de sólo pensar que lo refería, le entraba espanto. ¡Bueno se iba a poner Feijoo, al saber que la chulita había hecho mangas y capirotes de la doctrina práctica expuesta con tanto ardor y cariño por el simpático anciano, cuando dispuso la separación! ¡Cuánto mejor no haberse separado de aquel hombre sin igual! ¡Ella le habría soportado en su vejez caduca, y habría sido feliz cuidándole como se cuida a un niño inocente!

En 15 de Julio presentó Velázquez de su puño y letra la propia genealogía al Consejo de las Órdenes, que formó el expediente necesario a las pruebas: aquel mismo día decidió el Consejo que se abriese información en Monterrey y Tuy para lo que se refería a los ascendientes de la línea paterna, y en Sevilla a los de la madre.

Al fallecer el Prelado y abrirse su testamento, se supo que había legado todos sus bienes a Don Fabricio. El nuevo Príncipe se ausentó enseguida de la Capital, y estableció su residencia en una villa cercana, en donde llevó una vida retirada y tranquila. A las pocas personas con quienes trataba, refería que estaba escribiendo sus memorias.