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Dejémonos de altiveces... recuerdo que me dijísteis que érais ó habíais sido estudiante en teología... pero que os agradaba más el coleto que el roquete. ¡Ah! , señora, es verdad; soy bachiller en letras humanas, y licenciado en sagrada teología y leyes. Y bien, ¿queréis ser canónigo? dijo la dama mirando á Juan Montiño de una manera singular.

Algunas veces, el corazón tiene necesidad de decir: «Quiero». A lo menos me lo figuro por haberme sucedido ya una vez continuó, titubeando más todavía en torno de un recuerdo que a los dos nos traía a la mente la historia de su casamiento. Dicen que una marquesa de principios de siglo pretendía que por fuerza de la voluntad podía evitarse la muerte. Acaso si murió fue porque se distrajo.

Ausente , y presentes todos esos bienes, aparentes o reales, que ha de abandonar por ti, la partida no es igual. No eres quien lucha, sino tu recuerdo, el cual, si por un lado vale menos que la persona misma, por otro lado puede valer mucho más si la poesía le hermosea.

Sin embargo, un simple monumento, levantado por una suscripción pública, me hizo latir el corazón más aprisa que el aspecto de todas las grandes tumbas de la tierra. Es el de un bombero; ni aún su nombre recuerdo, pero en su alma brilló un instante la única chispa que puede llamarse un reflejo divino.

Quevedo había operado con su cruel tratamiento una reacción en el ánimo del joven; le había ennegrecido el recuerdo de Dorotea, le había hecho temblar por doña Clara.

Llevaos las velas añadió. El señor os las regala para que vuestras familias las guarden como recuerdo. Los trabajadores comenzaron a desfilar ante Dupont, con sus cirios apagados. Muchas gracias decían algunos, llevándose la mano al sombrero. Y el tono de su voz era tal, que no sabían los que rodeaban a Dupont si éste llegaría a ofenderse.

Debe ser algo que su papá cuidaba mucho. Parece muy gastada, como si alguien la hubiera llevado guardada en el bolsillo. Bien, entonces yo se lo diré me dijo. No tenía idea de que aún la conservara, pero creo que la ha guardado como un recuerdo de esos fatigosos viajes a pie del lejano pasado.

Los alegres comensales contemplaron á D. César con sorpresa y curiosidad como si no le hubieran visto en su vida. Sin duda la sidra y el vino les habían borrado el recuerdo. ¡Cielos, el dorio! dijo uno. ¡El ingenioso hidalgo! manifestó otro. ¡El enemigo de Pericles! apuntó un tercero. Y todos se guiñan el ojo con maliciosa alegría y se prometen un sainete divertido para fin de la fiesta.

Ya había perdido de vista a esa joven, que no tiene más de veinte años, y que era aún una niña cuando yo salí de aquí, pero conservaba el respetuoso recuerdo de su tía Adelaida, la priora, mujer de un espíritu sensato y de la mayor virtud, que me dio lecciones en mi tierna juventud, y a la cual, quizá, debo este fondo de piedad, que si no me ha preservado de muchos errores, al menos me ha consolado en no pocos reveses.

¡El mundo! ¡la tentación! ¡siempre combatiéndome, siempre poniéndome á punto de ser vencido! exclamó con acento desesperado ; ¡siempre fijo en el recuerdo doloroso de la una, la aspiración desesperada, oculta, comprimida, hacia la otra!