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Acerca de todo esto, don José Echegaray podría referirnos muchos y muy curiosos lances, especialmente si recordase el estreno de La escalinata de un trono, drama que la trágica María Guerrero, bella, soberbia, irresistible, defendió como una leona. Pero tan hermoso espíritu de solidaridad y sacrificio sólo late perenne en las relaciones de los actores para con el autor.

No había un solo plato que recordase el armónico curso de una comida ordinaria. El paladar influía en la imaginación, evocando recuerdos de remotos viajes, visiones de países antitéticos. Las confituras exóticas alternaban con los platos calientes: las pastelerías aderezadas con violentos perfumes eran servidas al mismo tiempo que ciertas salsas agrias, picantes ó de intensa amargura.

Si usted, debido a otras preocupaciones, no recordase estos pormenores que necesitarnos, tendremos sumo gusto en requerir al juzgado para que, sin pérdida de momento, le refresque a usted la memoria. Este criado volvió antes que ningún otro, con la respuesta.

Al fin la vio, pero sin mantilla blanca, sin nada que recordase a aquella señora de Sevilla semejante a una maja de Goya. Parecía, con su cabellera rubia y su sombrero original y elegante, una extranjera de las que contemplan por primera vez una corrida de toros.

De pronto un gallo, como si recordase repentinamente una orden, olvidada al amanecer, lanzaba las cuatro notas de su vibrante canto al que sólo respondía, por excepción, el ronco trisílabo de un gallito enano y tuerto trepado al eje de un carro en la caballeriza, por cuyos pesebres circulaban cacareando «sotto-voce» las gallinas más inquietas del corral.

En el amplio y extenso patio, no vimos ni un mausoleo, ni un monumento, ni una lápida, ni una fecha, ni una inicial, ni nada que recordase un nombre. ¡Hierbas y musgos por doquier!... ¡Eterno olvido! Recordando las sentidas estrofas, que la soledad del campo santo inspiraron al malogrado Becquer, volvimos al pueblo.

Calló don José, como si ya no recordase más oraciones. Bendijo el féretro, y entonces avanzó el primer oficial con aire militar, lo mismo que un jefe que ordena una descarga de fusilería en un entierro de soldado. Désele cristiana sepultura dijo en alemán.

Luego añadió, como si recordase algo de escasa importancia: Esta noche ya no «trabaja» su nieto.... ¡Se acabó! Todo es nuevo. Pero la representación vale la pena. ¿Qué?... La vieja había apoyado la espalda en el muro, intensamente pálida, con los ojos desmesuradamente abiertos. El empleado fué dando explicaciones para contestar á su exclamación angustiosa.

La famosa proeza de Ximena Blázquez fue referida sobre uno de los inmensos torreones de la Puerta de San Vicente; y ya Ramiro no alzaba los ojos a la muralla que no recordase el ardid de aquella hembra que, en ausencia de los caballeros, viendo llegar a los moros almoravides, subió a las almenas con las mujeres de la población todas cubiertas de barbas y sombreros, consiguiendo amedrentar de esta guisa a los infieles, que se alejaron a escape de la ciudad, creyéndola bien defendida.

Estas caridades discretas las hacía muy a menudo Feijoo con los amigos a quienes estimaba, favoreciéndoles sin humillarles. Por supuesto, ya sabía él que aquello no era prestar, sino hacer limosna, quizás la más evangélica, la más aceptable a los ojos de Dios. Y no se dio el caso de que recordase la deuda a ninguno de los deudores, ni aun a los que luego fueron ingratos y olvidadizos.