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Actualizado: 16 de junio de 2025
Mientras tanto, me había sentado a su lado, abandonándome a todas mis lamentaciones, deshaciéndome en improperios contra el destino y contra ella misma; le he recordado el día de mi destierro, la hora funesta de nuestra separación y los juramentos violados por ella; ¡juramentos sellados con tantos besos y lágrimas!
Frecuentes eran en verdad los lances que en las calles de Sevilla ocurrían á las rondas por las calles, mientras el vecindario se entregaba al reposo, y entre aquéllos merece ser recordado uno que fué consignado por un autor contemporáneo, que existe en el manuscrito de la colección del conde del Aguila.
¡Flores! repitió . ¡Cómo te lo agradezco! Maltrana se excusaba con timidez. Eran violetas: no tenía dinero para más. Aun así, le había costado mucho el adquirirlas. Costaban muy caras: las flores nacían para los ricos; y aún gracias que les dejaban a ellos el cielo y el sol... Había recordado también su predilección por las naranjas.
Empleado Morsamor en sus rendimientos y obsequios a doña Sol, no había vuelto a ver y apenas había recordado a donna Olimpia, desde que la vio salir de Belén el día del Rey: pero donna Olimpia, aunque distraída y empleada también a su manera, nunca había dejado de recordar a Morsamor desde entonces, porque le hizo impresión viva y profunda y porque daba por cierto que en toda nuestra península no había ni podía haber galán más apuesto y hermoso, ni más gallardo y gentil hombre.
Había recordado aquellas palabras que le había dicho poco antes la duquesa de Gandía: «sucede... sucede mucho... lo que pasó anoche en palacio...» y una relación misteriosa, terrible, se había establecido en la imaginación del duque, entre aquellas palabras de la duquesa, y las que acababa de oír, vagas, reticentes, respecto á la reina, al cocinero de su majestad.
Tal es el suceso ocurrido á la ronda de noche en 1642, digno, por cierto, de ser recordado entre las curiosas memorias sevillanas de otros tiempos. Vivió en Sevilla un caballero, de nombre don Diego Villegas, que tenía el cargo de Juez Contador Mayor de la Casa de Contratación, era persona muy bien relacionada y tenía muchos y buenos amigos.
Miguelina tembló, se contrajo todo su rostro y exclamó con voz llena de profunda alarma: ¡Dios mío!... ¿Qué ha pasado?... La Fleurota me ha recordado maliciosamente los tiempos antiguos; tiene una lengua de víbora, pero ella sabe indudablemente muchas cosas y no es probable que me haya querido engañar... Pretende que Simón es hijo mío y no de...
Al paso que vamos, pronto seremos el más grande Hospicio de Europa... He recordado esto, porque mi amigo Mayoral, el cleriguito aficionado a letras orientales, me habló de recoger en nuestro Asilo a la compañera de Almudena. Yo le suplico a usted, mi Sr.
Pero este programa ministerial no había gustado a nadie. Después, los amigos, al remontarse en su memoria hasta las conspiraciones en Cádiz, antes de la sublevación de la escuadra, habían recordado a la madre de Salvatierra... ¡Mamá!
»No hay salvación para usted me dijo; no puedo hacer otra cosa que morir por mi bienhechora. He ido en busca del conde de Pópoli, y sin nombrarla para nada ni comprometerla, lo he recordado el insulto que le había dirigido hace dos años; le he ofrecido y pedido una reparación más completa que la que había obtenido.
Palabra del Dia
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