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Actualizado: 25 de junio de 2025


Hacia la calle de Tudescos había tres simones parados, dormitando sus cocheros en los pescantes: dirigióse la incógnita al de enmedio, abrió ella misma la portezuela y mandó al cochero, que despertaba sobresaltado, parar en el paseo de Recoletos, a la entrada de la calle de X : era esta calle una de las varias que van a parar perpendicularmente en la de Serrano.

Una vieja limpiaba las escaleras de piedra de la iglesia con una escoba y cantaba a voz en grito: ¡Adiós los Llanos de Estella. San Benito y Santa Clara, Convento de Recoletos donde yo me paseaba! Ya ve usted dijo el extranjero que, aunque a usted le parezca este pueblo tan desagradable, hay gente que le tiene cariño. ¿Quién? dijo Martín. El que ha inventado esa canción.

Una vez en la calle, la hija de don Alonso apoyose contra el respaldo de la silla para contrarrestar el vaivén, y, al lento paso de los silleteros, cruzó entre la muchedumbre, tiesa y vistosa como una imagen, la boca pía, los ojos recoletos. Un lacayo llevaba por delante la almohada postratoria con el escudo de los Blázquez ricamente bordado.

Siguió, cierto, por la calle de Recoletos abajo; mas en cuanto vió cruzar el tranvía se agarró bonitamente a él y subió sin ser notado. Y procurando que la dama no advirtiese su presencia, ocultándose detrás de otra persona que había de pie en la plataforma, se puso con disimulo a contemplarla con un entusiasmo que haría sonreír a cualquiera.

Las bibliotecas de los Dominicos, llenas de preciosos códices; los gabinetes de física y química, con cuantos aparatos han inventado las nuevas conquistas de la inteligencia; las magníficas colecciones de la naturaleza tropical en todas sus manifestaciones; los góticos capiteles de Santo Domingo; las sólidas construcciones de Agustinos y Franciscanos; el golpear de las máquinas de vapor de los Recoletos; enseñan que la ciencia, el arte y la industria, tienen su asiento bajo la esfera de acción de las órdenes monásticas.

Los periódicos publicaron extensos suplementos que se vendían a gritos por las calles, y entonces comenzaron a conocerse y comentarse algunos pormenores del crimen. Constaba entre ellos la declaración del centinela del ministerio de la Guerra; según este, vio pasar a la una de la madrugada, a través de la verja de Recoletos, a un hombre y una mujer que venían muy de prisa de la Castellana.

«Egregias damas: señores sietemesinos: Tengo la vergüenza de confesar a ustedes que la mayor parte de los domingos y fiestas de guardar me paso la tarde dando vueltas en el paseo de Recoletos lo mismo que un mancebo de la Dalia azul. Me quedo, por tanto, en Recoletos sin motivo alguno que pueda justificarme, por pura perversidad, lo cual revela mi depravada índole.

Cualquier ciudadano pacífico, incluso los poetas líricos, puede pasar un rato agradable viendo desfilar una muchedumbre de Margaritas rubias y morenas con las cuales se pudieran empezar novelas tan amenas, si no tan famosas, como la de Fausto. Además, en el centro del paseo hay un estanquillo. La acera de Recoletos termina en la plaza de Colón.

A ruegos de los jesuitas, que creían tener mejor derecho que los recoletos al territorio de Lanao, el Gobernador general comisionó al Capitán Atienza para que pasase á la laguna y la tuviese por España, empresa que este valeroso Capitán realizó cumplidamente, conquistando y destruyendo cuanto se opuso á sus designios, Atienza dió la cura de almas á los recoletos por la eficaz ayuda que prestaron á la empresa.

Por la tarde, cuando la mayor afluencia de máscaras y de gente acudía al Prado y a Recoletos, nadie osaba pisar aquel sitio regado de sangre, y llamábanse todos a la acera opuesta, lanzando a la segunda ventana una mirada larga y medrosa.

Palabra del Dia

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