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Actualizado: 25 de junio de 2025


La estatua de Apolo, que corona la fuente del centro, recibía su postrera caricia; los lejanos palacios del paseo de Recoletos resplandecían en aquel instante como si fuesen de plata. El salón estaba ya lleno de gente. Después de discutir con violencia y de rechazar enérgicamente las proposiciones conciliadoras, Lolita se encerró en un silencio sombrío.

Además, si para alguno limaba un poco la punta afilada de su lengua Rivera, era para nuestro joven. Fácilmente se advertía su predilección cuando se hallaba en la tertulia del café. El antiguo periodista vivía solo con su hijo en un cuarto sin lujo, pero limpio y agradable, de la calle de Recoletos.

Entre las muchas queridas pagadas que había tenido, ninguna adquirió tanto ascendiente sobre él como la que tenemos delante. Era ésta una joven de Málaga, llamada Amparo, que hacía tres o cuatro años vendía flores por los teatros y tenía su kiosco en Recoletos. Desde luego llamó la atención por su belleza y desenvoltura y se hizo popular entre los elegantes.

El presidente del Consejo de Estado, a quien le gustaba también madrugar, le saludó en el paseo de Recoletos. Hablaron algunos momentos y los aprovechó para recomendarle, con la brusquedad calculada que le caracterizaba, un expediente de ciertas marismas en que estaba interesado.

Y reía con su irónica crueldad, mientras el carruaje corría por una de las avenidas de Recoletos. Leonora miraba distraídamente el paseo central; sus filas de sillas de hierro, llenas de gente; los grupos de niños, que vigilados por las criadas, corrían alborozados bajo la luz dorada y dulce de la tarde primaveral.

Los recoletos, establecidos de antiguo en aquella parte, proseguían con éxito sus trabajos, extendiendo su influencia á pesar de la oposición que encontraban en los naturales, sugestionados por el astuto Corralat.

Los llevaré como marca indeleble de mi deshonra, los pasearé hasta la muerte como la librea del presidario... pero los pasearé los domingos por Recoletos». El paseo de Recoletos no es bello ni grande; los árboles que lo guarnecen dejan mucho que desear en cuanto a corpulencia y follaje; la acera que lo atraviesa a lo largo cansa y lastima los pies.

El orígen de este rio está á 9 leguas del paso ya citado, en un parage que llaman las Salinas; y su desague, en el Paraná, distante del mismo paso como 11 leguas, entre el Convento de Recoletos que llaman San Pedro, y el pueblo de indios que nombran el Baradero. Este rio corre N S, segun el rumbo que lleva.

Palabra del Dia

rigoleto

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