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Oir esto y caerme de espaldas, todo fué una misma cosa. El bandido se echó á reir. El Conde del Montijo no pudo contener la risa... Luego preguntó: Y ¿qué respondió Parrón á todo eso? ¿Qué hizo? Lo mismo que su merced; reirse á todo trapo. ¿Y ? Yo, señorico, me reía también; pero me corrían por las patillas lagrimones como naranjas. Continúa.

¡Cosas horribles! murmuró el almadreñero cada vez más asombrado, pues nunca había visto a la labradora en semejante estado ; ¿pero qué, Catalina?... Hable usted; ¿qué decía? ¡Qué sueños he tenido! ¿Sueños?... Por lo visto, usted quiere reírse de . No.

«Este tío me quiere tirar de la lengua; ya comprendo por qué me esperabapensó Andrés. ¡Bah! el bromear y reírse con las chicas, lo hago yo y lo hace usted y lo hacen todos. Es una distracción que en ninguna parte deja de haber. Mucho que , señor, mucho que ; pero las bromitas de un joven tan bien parecido, tan elegante y chistoso como usted suelen traer otro resultado que las nuestras.

Y él ¿qué dijo a eso? ¡Chica, no me acuerdo! manifestó Miguel soltando a reír. ¡Qué graciosa estás con eso de qué dijiste y qué dijo! Julia estaba tan interesada y pendiente del relato de su hermano, que no se había dado cuenta de aquellas repeticiones. Quedose un poco cortada; pero concluyó en seguida por reírse de misma. Mira el retrato de tío Joaquín dijo en voz alta.

Pero el Capellanet había reído al ver la puerta abierta, y junto a ella, como en otras mañanas, a don Jaime, con el busto desnudo, chapuzándose en un balde que él mismo traía de la costa lleno de agua del mar. No se había equivocado al reírse de los terrores de las mujeres. «A su don Jaime no había quien lo matase. Y esto lo decía él, que entendía de hombres

No me gustan los acompañamientos... y más por esos sitios... ¿No ve usted que todo el mundo me conoce, y se reirían al verme con un señorito? Andrés dijo que al primero que se riese le rompería la cabeza. Rosa sostuvo que no había motivo, que cada cual podía reírse cuando bien le antojara. La fuente estaba un poco apartada del camino, en una hondonada sombreada de arbustos y zarzas.

Asunción y Presentación eran dos angelitos con quienes se deseaba jugar para verles reír, y para reírse uno mismo del grave gesto con que enmascaraban sus lindas facciones cuando su madre les mandaba estar serias.

»Su risa de hoy me ha hecho daño. No habría querido que se riera al oír el relato de un acto heroico. Tan grande como es su confianza, es profundo y amargo su escepticismo... ¿Quién lo ha hecho así? La vida, dice él. »Mayor es la pena que he tenido al oírle reírse de mismo. Cuando se ríe con esa risa falsa, me parece que hubiera algo de desgarrado en su voz, en su pecho...

El pecador, el flaco de voluntad, el miserable, el sandio y el ridículo soy yo que no . Los ángeles y los demonios deben reírse igualmente de y no tomarme por lo serio.

Aquí el Sofista dice: Yo niego esa experiencia; mas el otro asegurado por la repeticion de los hechos, no puede menos de reirse como reía Diógenes quando estaba paseándose, para rechazar á Zenon que decia, que no habia movimiento. De lo dicho se deducen dos cosas certísimas, y es necesario observarlas para no caer en el error.