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Actualizado: 29 de mayo de 2025
De los jefes militares importantes trataba a algunos, y con varios de ellos tenía conocimiento que rayaba en amistad, por antiguo compañerismo en el Grande Oriente masónico del 22. Pero no era a propósito la ocasión para corruptelas humanitarias.
Por lo demás, su candor rayaba en lo inverosímil: cualquier disparate, por grande que fuese, con tal que se lo dijesen en serio, lo creía; no le entraba en la cabeza que una persona de años y de carácter se atreviese a decir delante de gente una patraña por sólo el placer de embromar a un amigo; no obstante, tanto abusaron de las mentiras con él, que andando el tiempo llegó a no creer siquiera las verdades, o por mejor decir, éstas eran las que se le atravesaban con más frecuencia.
Porque las casadas, cuando no somos muy tontas, usamos diversos estilos de mirar, y yo le miré como debía. Inesita abrió los ojos y la boca, como espantada, al oír que había diversos estilos de mirar. Doña Beatriz, sin desistir de su idea de que el candor de su hermana le daba más precio, empezó a reflexionar que, si este candor rayaba en ceguera, podía perjudicar a sus planes.
Hemos descrito el trato que tenían en casa de Centeno los hijos para que se comprenda el que tendría la Nela, criatura abandonada, sola, inútil, incapaz de ganar jornal, sin pasado, sin porvenir, sin abolengo, sin esperanza, sin personalidad, sin derecho a nada más que al sustento. Señana se lo daba, creyendo firmemente que su generosidad rayaba en heroísmo.
Su alegría ruidosa, inmotivada, era realmente infantil; su inocencia para las cosas de la vida rayaba en simpleza. Tan sólo cuando se tocaba a su arte adquirían aquellos ojos una expresión grave, concentrada, y su palabra, por lo general incoherente, tomaba inflexiones profundas, se hacía precisa y enérgica. Había alquilado en la misma casa una guardilla donde modelaba libre y tranquilamente.
Era estupendo, fenomenal que un ser cuya importancia social había sido casi semejante a la de los insectos, fuera causa de encender muchas luces, de tender muchos paños y de poner roncos a sochantres y sacristanes. Esto, a fuerza de ser extraño, rayaba en lo chistoso. No se habló de otra cosa en seis meses.
Todo aquello añadió el Magistral después de presentarlo en resumen de puro peligroso rayaba en pecado. Es que yo no lo entiendo como usted lo dice, sino como usted lo siente, amiga mía, es necesario que usted me crea; lo entiendo como es.... Pero así y todo, hay peligro que raya en pecado, por ser peligro.... Déjeme usted hablar a mí, Anita, y verá como nos entendemos.
No osaban rascarse porque, según ellos, el pelo rayaba y deslucía las joyas. Y en su vida monótona, de continuas ganancias y placeres vulgares, sin otras diversiones que la caza, la mesa y las apuestas, encontraban un nuevo toma para sus alardes de riqueza en la educación de los hijos. Los enviaban al extranjero con la esperanza de que sobrepujasen á los señores de la villa.
Al lado de la señora Laroque estaba sentada una señora que tejía: en su semblante triste y poco gracioso, no pude desconocer á la prima en segundo grado, viuda del agente de cambio, fallecido en Bélgica. La primera mirada que arrojó sobre mí la señora Laroque parecióme llena de una sorpresa que rayaba en estupor. Me hizo repetir mi nombre. Perdóneme... señor... Odiot, señora...
Sí, señor. ¿Y los corazones de franela? También. Está bien, señorita. Tendré presente su diligencia y entusiasmo. Don César no movió un pliegue de su rostro varonil en esta conversación. Sus ojos, de una extraña firmeza que rayaba en ferocidad, no se apartaban de la niña.
Palabra del Dia
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