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Porque en todo este juego, los ratos felices y las horas desdichadas se compensan; y sabiendo jugar, hasta la misma pena suele dejar en la memoria una dulzura... El continuo velo de malicia había caído de su cara y hablaba con una seriedad graciosísima.

Otros ratos le parecía ser ángel caído sin redención posible. ¿Qué fue de los propósitos de tenaz virtud? ¿Dónde estaban el no debo... no me conviene... yo no soy de esas? Un instante de pasión había dado al traste con todo. Por cima del vencimiento sufrido, quedaba, sin embargo, en el alma de Cristeta un motivo de respetable orgullo.

Pero esto importa poco a nuestro cuento; basta que en la narración dél no se salga un punto de la verdad. Es, pues, de saber que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso, que eran los más del año, se daba a leer libros de caballerías, con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aun la administración de su hacienda.

Y entonces recordé, uno por uno, todos los malos ratos que había pasado yo en la casa del jurisperito, y en los cuales no reparé nunca, aunque no fueron pocos.

No volvió a hablar a su hermano de Maximina: pero le dejaba largos ratos solo, y cuando estaba a su lado permanecía quieta y silenciosa, esperando con razón que el pensamiento del herido llevaría a cabo su tarea, y mejor por solo que con auxilio de nadie.

Fiambreras traigo, y esta bota colgando del arzón de la silla, por o por no; y es tan devota mía y quiérola tanto, que pocos ratos se pasan sin que la mil besos y mil abrazos.

Gentes que se habían mirado al principio de la travesía con notoria hostilidad se lamentaban de esta separación. «¡Tanto como hemos simpatizado!... ¡Tan buenos ratos que hemos vivido juntos!...» Las damas, que en los primeros días del viaje se mantenían por orgullo nacional en diversos grupos enemigos, despedíanse ahora con una tristeza casi lacrimosa.

Este tiempo no es muy á propósito para observar; y si á ratos toma coche, para librarse de cansancio y evitar extravío, tanto peor para los apuntes de su cartera: todo desfila á sus ojos con mucha rapidez como en linterna mágica las ilusiones de los cuadros; recogerá muy gratas sensaciones, pero no muchas noticias.

El mal humor de Doña Paca en la noche a que me refiero, debe atribuirse, según datos fehacientes, a que Frasquito, en sus conversaciones de la tarde, y en los ratos de la cena y sobremesa de esta, mostró por Benina unas preferencias que lastimaron profundamente el amor propio de la viuda infeliz.

Se las oía gritar, desde la galería de cristales. Obdulia, Visita y Edelmira llamaban con aquellas carcajadas y chillidos a los hombres. Así lo comprendió Joaquín que propuso a Paco dejar el concierto de Quintanar y don Cayetano y correr detrás de aquellas. Deja, luego decía Paco, que gozaba mucho con las canciones antiquísimas de Ripamilán y ya se iba cansando a ratos de su prima.