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Actualizado: 3 de noviembre de 2025
La soledad de Isidora era cada vez mayor. Emilia y Castaño no la visitaban ya; Bou había roto con ella; Miquis iba muy rara vez. Sólo eran constantes D. José y la Sanguijuelera, que llevaba a Riquín. Joaquín Pez, cuyo trato en aquella soledad habría sido muy grato a Isidora, estaba en la Habana, desde donde le había escrito algunas cartas cariñosas.
La partida rara vez lo sigue; mataría inútilmente sus caballos, porque el que monta el Gaucho Malo es un parejero pangaré tan célebre como su amo.
Sentía inexplicable miedo de las miradas de la gente, y aunque pocos o ninguno la conocían, figurábase que la conocían todos, y que de cada boca salía un comentario acerca de ella. Por desgracia, asunto no faltaba. Pero si la miraban los hombres, era para admirarla, y si cuchicheaban luego, rara vez decían algo fundado en un conocimiento verdadero de la realidad.
He vacilado y vacilo aún en publicar esta Meditación, harto rara; estos desordenados pensamientos míos, que la angustia en que vivimos y el terror que infunde en algunos corazones la ciencia económica española, me han inspirado, sin poderlo yo remediar.
Rodolfo.» Rara vez salía yo de casa, y sólo para visitar a don Román. Me pasaba la mañana en mi cuarto, y la tarde en el jardincillo, entregado a mis poetas favoritos. ¿Qué libro lees ahora? solía preguntarme el «pomposísimo», cuando iba a verle. ¿Lamartine? ¿Víctor Hugo? ¿Novelitas de Dumas? Contestaba yo afirmativamente, y el buen anciano hacía un gesto, gruñía, y agregaba mohino: ¡Uf!
La abuela hizo un movimiento de tan excesivo mal humor, que me quedé ligeramente aturdida. ¿Es necesario hacer un estudio tan profundo para poner en claro ese grave problema?... ¡Qué rara eres, hija mía! Pero, en fin, tú permites que me ocupe en esto; es todo lo que reclamo de tu indulgencia...
Rara vez, y por mil razones, estaban los dos de acuerdo, y la diversión favorita de Raúl era hacerlos regañar sobre un asunto cualquiera y ver la cara asustada del cura ante las réplicas agridulces del notario.
No obstante, decia yo entre mí, rara contradiccion es pensar así, porque al cabo lo que importa es ser feliz, y nada monta tener entendimiento, ó ser necio. Mas digo: los que viven satisfechos con su suerte bien ciertos estan de que viven satisfechos; y los que discurren no lo estan de que discurren bien.
Pero Castillejo no estaba para fijarse en mi escepticismo; cada día se mostraba más preocupado por el éxito de su campaña electoral. ¡Cosa rara! No le inquietaban los generales candidatos que parecían próximos á sublevarse contra el gobierno.
Un alegre cascabeleo dominaba los ruidos de la plaza y las voces enérgicas del postillón en traje de la huerta, que gritaba «¡arre! ¡arre!» manejando con rara maestría una docena de ramales. Las rocas, una tras otra, fueron desfilando por la plaza, produciendo cada una de ellas una verdadera revolución.
Palabra del Dia
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