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Actualizado: 27 de junio de 2025


19 Y se levantó, y se fue; y se quitó el velo de sobre , y se vistió las ropas de su viudez. 20 Y Judá envió el cabrito de las cabras por mano de su amigo el adulamita, para que tomase la prenda de mano de la mujer; mas no la halló. 21 Y preguntó a los hombres de aquel lugar, diciendo: ¿Dónde está la ramera de las aguas junto al camino? Y ellos le dijeron: No ha estado aquí ramera.

No hay más hipocresía en los demás países: hay menos ingenio, aplicado á dar encanto á los goces ilícitos, á dar esplendidez á la sensualidad que se embriaga. Hay más ignorancia cuando se trata de llamar á la imaginacion para que haga de una ramera un personaje, una heroina, casi una gloria, una celebridad. Hay menos talento en hacer de un vicio una aristocracia.

25 Mas Josué dio la vida a Rahab la ramera, y a la casa de su padre, y a todo lo que ella tenía; y habitó ella entre los israelitas hasta hoy; por cuanto escondió los mensajeros que Josué envió a reconocer a Jericó.

La ramera, por costumbre del oficio, intentó acoger con cínica sonrisa, con el gesto excéptico del que conoce el secreto de la vida y no cree en nada, las exclamaciones de la escandalizada labradora. Pero la mirada fija de los ojos claros de Pepeta acabó por avergonzarla, y bajó la cabeza como si fuese á llorar. No; ella no era mala.

Porque habéis de saber que el primer poeta de la bohemia estuvo a punto de ser ahorcado por ladrón. He aquí su gloriosa ejecutoria: una capa caída, la cuerda del ahorcado y una boca lasciva de ramera, como flor ponzoñosa de lujuria. Sin embargo, muchos académicos han metido la garra en el tesoro de Villón, sin peligro de cuerda. ¡Nefandos viceversas de la señorita Themis!

Sacramento se casó primorosamente vestida de blanco, adornado el traje de azahar, en actitud humilde, el pecho anheloso, las miradas entre pudorosas e inquietas, la tez descolorida cual si palideciese ante la inevitable proximidad de las caricias... y allá en el fondo del alma la imaginación alegre y licenciosa como ramera triunfante.

Mi mujer se habia quedado algo detrás, mientras que una ramera que estaba de acecho en la calle de Montmorency se dirigió hácia como una exhalacion, volcánicamente, y me dijo con la mayor dulzura: voulez-vous venir avec moi? ¿Quiere usted venirse conmigo? Mi mujer asomaba en este instante. Yo contesté á mi invasora: parlez avec madame s'il vous plaît.

Necesitamos decir cómo el tío Manolillo había podido aparecer tan dramáticamente en medio de aquel bandido y de aquella ramera. Sabemos que al salir de la taberna donde había estado con el cocinero del rey, se había ido derecho á llamar á la puerta de doña Ana. Abriéronle, porque hay maneras de llamar que mandan, que se hacen obedecer, y el tío Manolillo había llamado de una de aquellas maneras.

Es libro muy feo, y mi señora madre no me dejaba leer más que lo del Infierno, que da mucho espanto y sueña uno con ello. Pero mi señora madre tiene otros libros en el cofre, y cuando iba a misa, yo, con mucha cautela, los sacaba para leerlos. Uno se titula La farfulla, o la cómica convertida, novela escrita por un fraile de mínimos, y otra, Princesa, ramera y mártir, Santa Afra.

Ella, la buena pieza, palidecía de rabia, tal vez porque no podía atrapar de nuevo a su Rafael, porque éste, cansado de inmundicia, la abandonaba para siempre. ¡Ah, la perdida! ¡la ramera!

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