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Actualizado: 5 de junio de 2025
Pero aún así pudo ver Rafael confusamente y como de pasada, un mundo distinto al de su país, donde fatalmente debía arrastrarse su existencia.
Los dos hombres se creían náufragos abandonados en un mar sin límites, en una noche eterna, sin otra compañía que la llama rojiza que serpenteaba en la proa y aquellas vegetaciones sumergidas que aparecían y desaparecían como los objetos vistos desde un tren a gran velocidad. Boga, Cupido dijo Rafael. La corriente es muy fuerte; aún estamos en el río.
¿Conque no es verdad, embusterillo? dijo ésta con cómica indignación. ¿Conque niega usted que desde que nos vimos en la ermita, su paseo de todas las tardes son estos alrededores? ¡Dios mío! ¡qué monstruo de falsedad es este chico! ¡con qué aplomo miente! Y Rafael, vencido por aquella alegría franca, acabó riéndose, confesando con una carcajada su delito.
Y nadaba y nadaba, siempre creyendo ver aquel fantasma indeciso que cambiaba de sitio, esperando que de la oscuridad surgiera el San Rafael viniendo en su busca. ¡Ah de la barca! ¡Tío Chispas!... ¡Patrón!
Su traje de campo estaba sucio de polvo; lo llevaba con descuido, como si olvidase aquella arrogancia que le hacía ser considerado como el más elegante y majo de los jinetes rústicos. ¿Pero estás enfermo, Rafael? ¿Qué te pasa? exclamó Montenegro. Penas dijo lacónicamente el aperador. El domingo pasado no te vi en Marchamalo; y el otro tampoco. ¿Es que estás de morros con mi hermana?...
Y como si hubiera sido una señal aquel himno a la luz cristiana entonado por el orador casi invisible en la penumbra del salón, comenzaron a encenderse las lámparas eléctricas, saliendo de la obscuridad los cuadros, los dorados, los escudos, las figuras duras y chillonas pintadas en la cúpula. Rafael se sentía trémulo, fuera de sí, embriagado por la facilidad con que desenvolvía su discurso.
Fué ardiente revolucionario, como sus hermanos Manuel y Rafael. Cursó el bachillerato con los jesuitas. Escribió sus primeras poesías a los 17 años. En 1912, los hermanos de José Palma editaron un tomito de las poesías del poeta muerto, bajo el título de Melancólicas, con prólogo de Cecilio Apostol.
Su hija Ángela era una muchachota fresca y robusta, de diez y ocho años, uno más que Rosa, que tenía poco de particular, lo mismo en lo físico que en lo moral. Rafael, un chicuelo de catorce, de pocas carnes y mucha malicia. A Rosa ya la conocemos.
Calla, Rafael repuso su prima . Debemos hacer con nuestros amigos lo que hicieron los buenos hijos de Noé con su padre. ¿Qué dice? preguntó la marquesa. Nada, madre respondió la condesa ; habla de la pieza sin haberla leído. ¿Y Marisalada? pregunto Rafael , ¿ha subido al Capitolio en un carro de oro puro, tirado por aficionados?
Rafael, que era un excelente joven, leal, juicioso y noble en su porte y por su cuna, y que gozaba de un buen patrimonio, era el marido que la familia de Rita le deseaba. Pero ella, a pesar de la vigilancia de su hermano, había entregado su corazón sin saberlo aquel.
Palabra del Dia
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