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Actualizado: 5 de junio de 2025
Leyósele su sentencia con méritos, abjuró formalmente sus errores; fue reconciliado en forma, advertido, reprendido y conminado, con condenación de cárcel y hábito por dos años. Miguel Valls, Soltero, hijo del sobredicho Rafael Valls, mayor, y de Isabel Bonnin, su mujer, natural y vecino de esta Ciudad, mercante de oficio, de edad de veinte y un años, preso por judaizante.
Y la devota señora, cuando Rafael por fiestas o vacaciones volvía a casa, cada vez más alto, con modales que a ella se le antojaban la quinta esencia de la distinción y vistiendo con arreglo al último figurín, se decía con una satisfacción de madre fea: Será un real mozo. Todas las chicas ricas de la ciudad le desearán. No habrá más que escoger.
Era sobrino de don Manuel en grado lejano; sus padres habían muerto, y el fabricante de sedas, en vista de su ingenio despierto, encantado por sus agudezas y recordando que lo sostuvo en la pila bautismal, hizo el inaudito sacrificio de recogerlo y darle carrera. Rafael Pajares venía a ser en la casa el punto vulnerable del huraño Fraile.
Era el único que podía burlarse de la tiranía de los Brull, sin que esto le impidiese la entrada en el Casino del partido, donde los jóvenes admiraban sus chistes y sus trajes estrambóticos. Rafael le quería, aunque su trato con él no fuese muy íntimo. Entre la gente solemne y conservadora que le rodeaba, aparecíasele el barbero como el único hombre con quien podía hablar. Casi era un artista.
Por la mañana había ido con Rafael a un castañar en busca de hoja para lecho del ganado; después había estado en el molino limpiando centeno; así que comió tuvo que ir a la Formiga, lugar bastante alto de la misma parroquia, por un celemín de maíz para molerlo. ¡Qué lástima que yo no lo hubiese sabido! ¿Para qué? Para acompañarte.
Amaba a Rafael; la desesperación del muchacho aumentaba su apasionamiento; pero jamás volvería a hablarle. Se resignaba a que la tuviesen por cruel antes que engañar al hombre amado. ¿Qué decía Fermín a esto? ¿No debía ella repeler a su novio, aunque esto la destrozase el alma?... Fermín permanecía silencioso, la barba en el pecho y los ojos cerrados, con la inmovilidad de la muerte.
Una de las fachadas laterales caía sobre pequeño jardín húmedo, descuidado y triste y cerrado por una tapia de regular elevación; la otra sobre una callejuela aún más húmeda y sucia abierta entre la casa y la pared negra y descascarillada de la iglesia de San Rafael.
Había adivinado todo lo que estaba diciendo y esto le satisfacía. Así no quedaba desbaratado el andamiaje de la larga contestación que traía preparada. Aquel hombre era inflexible e inmutable. Llevaba treinta años diciendo lo mismo. Aquel discurso lo había leído Rafael un sinnúmero de veces.
Gabriel Cortés, Soltero, hijo de Rafael Cortés, difunto, y de Isabel Cortés, alias la Moianeta, mercader de oficio, natural y vecino de esta Ciudad, de edad de veinte y un año, preso por delito de judaismo. Salió al Auto en forma de penitente con su sambenito de dos aspas y vela verde en las manos.
Bebe esa copa á la salud de tu niña. Velázquez tomó la copa y dijo gravemente: Y á la de la tuya, máscara. ¡Oh! La mía no vale un comino al lado de Soledad ¡Vaya una mujer castiza!... En tu caso no envidiaría ni al arcángel San Rafael. ¿Por qué les daba á todos ahora por elogiar á Soledad? Si era hermosa, otras había como ella: no era para tanto.
Palabra del Dia
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