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Hablaba de hacerse bandolero, con el entusiasmo que desde la niñez sienten los jinetes rústicos por los aventureros de carretera. Para él, todo hombre ofendido sólo podía buscar su venganza haciéndose ladrón. Me matarán continuaba pero antes de que me maten, diga usted, padrino, que habré acabao con medio Jerez.

En los abiertos pórticos formaban corro los pastores cuando consagraban a rústicos conciertos sus ocios; platicaban al caer la tarde los ancianos; y frescos grupos de mujeres disponían, sobre trenzados juncos, las flores y los racimos de que se componía únicamente el diezmo real.

Fresca y apacible tarde del otoño hacía, y como domingo alegre después de vísperas, por gustoso recreo se derramaban allá en los ruedos y ejidos del lugar los habitantes rústicos de cierta aldea, cuyo nombre, si no lo apuntamos ahora, es por hacer poco al propósito de la historia que vamos relatando.

Bien conocía él que no había en el lugar una persona, ni varias juntas, que pudieran reemplazarle con éxito en sus diferentes empleos; pero el mundo no estaba yermo ni falto de hombres de Estado rústicos, los cuales podrían buscarse y traerse de fuera del lugar para que a él le reemplazaran.

Allí en la torre que vistió la yedra Su luz derrama la naciente luna, Y el buho errante de una en otra piedra Con su queja las ruinas importuna. Aquí á la sombra de olmos y de abetos En tumbas que la grama festonea, Duermen en tierra, ya por siempre quietos, Los rústicos abuelos de la aldea.

A la derecha ó el oriente se levantan en anfiteatros rústicos y bellos los contrafuertes mas cercanos de los Pirineos, en ondas de verdes colinas y de montañas rocallosas y tristes alternando caprichosamente.

La clase media se compone de los artesanos, de los rústicos que viven con cierta holgura, y de todos los que, pagando alguna contribución directa, jamás usaron sombrero de copa. Constituyen, en fin, la clase baja los jornaleros, los verdaderamente campesinos y todos los indigentes, esto es, lo que en más latas esferas se llama hoy el cuarto estado.

Si éste hablaba, parecía beber ella sus palabras, con una expresión admirativa en los ojos, como si la subyugase la cultura del joven, que aún adquiría mayor realce entre sus rústicos compañeros. Isidro la miraba algunas veces. ¡Hermosa era la hija del Mosco! Cada vez la encontraba más guapa. Adivinaba su admiración, pero aquellos ojos negros fijos en él sólo le inspiraban un vago agradecimiento.

No andan en sus cuadros Melibeos y Tirsis, sino montañeses ladinos y litigantes a nativitate, entreverados de sencillez y malicia, atentos a su interés y a las contingencias del papel sellado, y juntamente con esto cautelosos y solapados en sus palabras, como suelen ser los rústicos, a lo menos en nuestra tierra, aunque no sean así los que se pintan en las églogas y cuentos de color de rosa.

Casado con ella, vivió con tanta pompa y decoro, dando comidas y saraos y paseando en quitrín, acompañado de su mujer, tan ricamente vestida que parecía la reina de Saba, que se empeñó, hipotecó los predios urbanos y rústicos y acabó por tener más deudas que pelos en la cabeza.