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Para prueba de lo cual ya sabes, ¡oh Sancho!, por experiencia que no te dejará mentir ni engañar, cuán fácil sea a los encantadores mudar unos rostros en otros, haciendo de lo hermoso feo y de lo feo hermoso, pues no ha dos días que viste por tus mismos ojos la hermosura y gallardía de la sin par Dulcinea en toda su entereza y natural conformidad, y yo la vi en la fealdad y bajeza de una zafia labradora, con cataratas en los ojos y con mal olor en la boca; y más, que el perverso encantador que se atrevió a hacer una transformación tan mala no es mucho que haya hecho la de Sansón Carrasco y la de tu compadre, por quitarme la gloria del vencimiento de las manos.

De modo que esto ¡se acabó! ¡Se acabó para siempre! ¡Oh, qué injusticia! ¡Dios mío! ¡qué injusticia! Querida hija mía repuso Jacobo , retírese, se lo pido... ¿supongo que no tratará de quitarme la calma en este momento? ¿No es cierto?... Decidle a mi madre también, que le suplico que sea razonable, que no hay ni la sombra de un peligro, ni la sombra... si quiere dejarme tranquilo.

»No, no le dije: esa alma tan noble y pura debe permanecer aún sobre la tierra; es nuestra, nos pertenece. », tienes razón me contestó, entusiasmado; esa alma es tuya, tuya... Porque sólo puedes elevarla hasta el cielo o hundirla en los abismos; sólo puedes hacerme dichoso o quitarme la vida. ¡Oh, Juanita!

Pues apenas me dejasteis volvió corriendo don ladrón y como yo empezase á apostrofarle me preguntó muy dulcemente si creía posible que un buen religioso abandonase su sayal nuevecito y abrigado para vestir el jubón y las calzas de un artesano. Empecé á quitarme el hábito muy regocijado, mientras él explicaba que se había ausentado para que yo dijera mis oraciones con mayor recogimiento.

No pintó tan extrañas posturas Bosco como yo vi, porque ellos cosían y la vieja les daba los materiales, trapos y arrapiezos de diferentes colores, los cuales había traído el soldado. Determinaron de irse fuera, y yo dije que antes trazasen mi vestido, porque quería gastar los cien reales en uno, y quitarme la sotana.

¿Qué te parece desto, Sancho? -dijo don Quijote-. ¿Hay encantos que valgan contra la verdadera valentía? Bien podrán los encantadores quitarme la ventura, pero el esfuerzo y el ánimo, será imposible. Dio los escudos Sancho, unció el carretero, besó las manos el leonero a don Quijote por la merced recebida, y prometióle de contar aquella valerosa hazaña al mismo rey, cuando en la corte se viese.

De este modo se comprenderá fácilmente la inflexión desdeñosa que dio a la palabra fonda cuando pasó por sus labios. A me ha pasado más de una vez ir a ella y no haber uno para quitarme el abrigo. ¡Si le dijese a V., coronel, que en cierta ocasión mi hermano fue a mudarse de camisa, y no pudo, porque no había ninguna planchada!

¡Al contrario, al contrario! protestaba Simoun; si para los tulisanes son los hombres más honrados del país; son los únicos que ganan su arroz debidamente... Creen ustedes que si hubiera caido en manos... ¡vamos! de usted por ejemplo, ¿me habría dejado escapar sin quitarme la mitad de mis alhajas, cuando menos?

Lo malo, o al menos lo que yo no me explico todavía, es cómo ha de gustarme la representación ni cómo he de componer algo para que se represente cuando el Sr. Gener empieza por quitarme el sustantivo. No nos queda verbo que no sea impersonal, sin agente y sin paciente.

ELVIRA. ¿Quiéreslo ver? Anoche, Tello, me viste; Pues tan presto me quisiste, Que apenas consideraste Qué fué lo que deseaste: Que es en lo que amor consiste. Nace amor de un gran deseo; Luego va creciendo amor Por los pasos del favor Al fin de su mismo empleo; Y en ti, según lo que veo, No es amor, sino querer Quitarme a todo el ser Que me dió el cielo en la honra.