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Actualizado: 24 de mayo de 2025
Los Ohandos constituyeron durante mucho tiempo la única aristocracia de la villa; fueron en tiempo remoto grandes hacendados y fundadores de capellanías, luego algunos reveses de fortuna y la guerra civil, amenguaron sus rentas y la llegada de otras familias ricas les quitó la preponderancia absoluta que habían tenido.
13 Su espíritu adornó los cielos; su mano creó la serpiente huidora. Porque el estruendo de sus fortalezas, ¿quién lo entenderá? 1 Y volvió Job a tomar su propósito, y dijo: 2 Vive el Dios que me quitó mi derecho, y el Omnipotente, que amargó mi alma, 4 mis labios no hablarán iniquidad, ni mi lengua pronunciará engaño.
Pero D. Peregrín, por ventura notando la imposibilidad de dar un paso, o sofocado por la cólera, que se le había ido aumentando poco a poco, respondió con una mueca de ira y desdén que sobrecogió a su infeliz hermano y le quitó por completo las ganas de insistir. ¿Qué es eso? preguntó D. Martín de las Casas, que estaba sentado a su lado. ¿No quiere venir D. Peregrín?
El Victory atacó primero al Redoutable francés, y rechazado por este, vino a quedar frente a nuestro costado por barlovento. El momento terrible había llegado: cien voces dijeron ¡fuego!, repitiendo como un eco infernal la del comandante, y la andanada lanzó cincuenta proyectiles sobre el navío inglés. Por un instante el humo me quitó la vista del enemigo.
Ya os he dicho que me la ha quitado... ¿Pero quién era ese hombre que os la quitó? Sudó Montiño, se le puso la boca amarga, se estremeció todo, porque había llegado el momento de pronunciar una mentira peligrosa. El hombre que... me quitó vuestra carta, señora dijo con acento misterioso , era... era... un alguacil del Santo Oficio. ¡Un alguacil! Sí, señora.
Queriendo hacer algo, se quitó los guantes é intentó lavar los platos; pero inmediatamente volvió á ponérselos temiendo que el agua fría perjudicase la finura de sus dedos y el brillo de sus uñas. Precisamente, en los momentos de desesperación por su nueva existencia, lo único que le proporcionaba cierto alivio era contemplar melancólicamente sus manos.
En contra á San Miguel bien se mostraba Del parecer de todos los prelados: Al Arzobispo él solo se juntaba; Mas á aquellos que fueron congregados, El Arzobispo presto excomulgaba, Y en tablillas los pone declarados. En aquesto el de Quito muerto habia, Y Granero de gota padecia.
Freneuse entró bruscamente, pasó por delante de ella, se detuvo en el salón alumbrado, sin volverse siquiera para ver si ella le seguía, se quitó el sombrero y el gabán y apoyándose en la chimenea, miró fijamente á la que poseía el secreto de que dependía su salvación.
Mira; créetelo porque te lo digo yo: cuando entró paicía que entraba una luz en el cuarto. Fortunata sentía ganas de echar a correr. «¿Pero todavía le tienes tirria?... ¡Ay, qué mala eres! Perdónala, que bien lo merece. Te quitó tu hombre; pero ella no tenía culpa. ¡Qué roña!... ¡ay!, se me escapó.
A estas horas lleva ya más de un año de impresa, y hé aquí el motivo de que no aparezca ántes de la Guerra de Quito, conforme á lo que en dicho prospecto se anunciaba.
Palabra del Dia
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