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Actualizado: 4 de mayo de 2025
Faltole el aliento y sintió escapar su memoria, su imaginación y todas sus potencias, perdiéndose en una alegría inmensa y ansiosa, donde todo el ser se bañaba como en un éter purísimo. Acercó el rostro al del Señor; tocó con sus mejillas las del Amado, posó los labios en la blancura de su frente, en el fulgor de sus ojos, en el coral de sus labios.
Era la señorita de Sardonne de bastante estatura, pero lo que sobre todo la hacía admirar era su magnífico aire: una reina. Ojos de obscuro purísimo azul, tez ligeramente morena, y al sonreír dos hoyuelos se abrían en sus mejillas. ¡Detalle por cierto encantador!
A la vara se le llamaba el gobierno de una casa; pero a la mujer briosa, como lo es la cordobesa, más le duele cuando la desdeñan que cuando le pegan: más la quebranta un desaire que una paliza. De todos modos, la mujer cordobesa, como las demás españolas, conserva siempre un manantial purísimo de consuelo para sus sinsabores y disgustos: este manantial es la religión cristiana.
Que esta famosa pieza deste encantado yelmo, por algún estraño acidente, debió de venir a manos de quien no supo conocer ni estimar su valor, y, sin saber lo que hacía, viéndola de oro purísimo, debió de fundir la otra mitad para aprovecharse del precio, y de la otra mitad hizo ésta, que parece bacía de barbero, como tú dices.
Asi cual de la espléndida natura El llanto es la espresion de la criatura: El cielo llora gotas de rocio En las serenas noches del estio, Y al ausentarse, lánguida la aurora Entre luces y sombras tambien llora: Pero todo desciende suavemente De la misericordia á el ancha frente: Fertiliza el rocío los eriales, Y el aurora los lirios virginales, Y caen las dulces lágrimas del niño En un seno purísimo de armiño.
Aquella aventura que le recordaba las de antaño, le sonrojaba ahora, porque contradecía en cierto modo aquel andamiaje de sofismas con que se explicaba su pasión por la Regenta. «El amor purísimo que yo tengo, todo lo disculpa». «¿Pero ese amor se aviene con aventuras como la del bosque? Claro que no», le decía la conciencia. Por eso le repugnaba Petra ahora.
Consistia en una túnica de tisú de oro y un albornoz de lo mismo, con un cinturon de oro purísimo sembrado de perlas y rubíes, tan gruesos y bellos que no sabia el rústico cristiano quitar de él los ojos mientras el oficioso hagib le endosaba la rica vestidura.
Eso es bueno para una monja, pero cuando no se siente una llamada hacia Dios... Ciertas almas respondió la Fontane, prefieren su blancura de armiño a todos los goces de la vida... Ese sentimiento purísimo es infinitamente respetable, tanto como hermoso. Y muy raro dijo la abuela echando a Francisca una mirada terrible para que no dijera alguna nueva tontería.
Todo se fabricaba de oro purísimo, hasta los trastos de cocina. De Arabia venían perfumes; de Egipto, telas de lino, caballos y carros; esclavos negros y marfil, de Nubia; y especierías y madera de sándalo, y perlas, y diamantes, y papagayos y jimios y pavos reales, y telas de algodón y de seda, de allá de la desembocadura del Indo.
Esta obra, aunque tiene muchos grados de purisimo mérito, no solo por ser la primera en su clase, sino por haber salido de la pluma de un tan sabio varon como García de Orta, tambien está afeada por muchos i mui graves errores. Véase de la suerte que habla de estos coloquios Gaspar Acosta en el prólogo de su tratado de las drogas i medicinas de las Indias orientales.
Palabra del Dia
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