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Iba estirado, satisfecho dentro de su traje de lanilla inglesa, algo incómodo por el cuello de la camisa almidonado y de bordes punzantes; pero le bastaba lanzar una mirada a sus botas de charol y a la corbata, siempre de colores vivos, para darse por satisfecho de todas las molestias que le causaba su transformación. La mamá y las hermanitas le contemplaban con asombro. ¿Qué creían ellas?

Las confidencias de don Álvaro le habían enternecido, y su espíritu volaba en una atmósfera ideal; aquel airecillo romántico le hacía en las entrañas sabrosas cosquillas, más punzantes por la falta de uso. Pocas veces se hallaba él en semejante disposición de ánimo. Obdulia y Visitación, desde la ventana de la cocina que daba al patio, les llamaban a grandes voces, riendo como locas.

En las cunetas del camino, junto a los montones de guijo y pedernal recién labrado, se arraigan los punzantes cardos, y rastreando entre los trigos, hurtando fuerza a las cañas y peso a las espigas, se extienden las tenaces gramas.

El oír con deleite, como oía, aquella música insinuante, ya era molicie, ya era placer sensual, peligroso: pero... ¡decía tan bien aquel violín las cosas raras que estaba sintiendo él! De repente se acordó de sus treinta y cinco años, de la vida estéril que había tenido, fecunda sólo en sobresaltos y remordimientos, cada vez menos punzantes, pero más soporíferos para el espíritu.

Trató de llenar su memoria con los detalles más punzantes de su enfermedad: habría dado cualquier cosa por sentir correr nuevamente por sus mejillas las copiosas lágrimas que seis meses antes habían brotado de sus ojos; pero éstos se habían secado ya.

Los demás empezaron a estorbarse oyendo juntos aquellas murmuraciones. El Arcipreste clavaba los ojuelos negros y punzantes en el Magistral, confesor de Obdulia; parecía buscar su testimonio. El Provisor no estaba allí más que para hablar a solas con don Cayetano. Sufría sus impertinencias con calma. Le estimaba.

Mas ¡ay! que siempre al genio venerando guarda el hado fatal triste destino, y de abrojos punzantes sembrando con torva faz el árido camino Y sólo, en un rincón de nuestra España, el término encontraste, que marcaba el Señor a tanta hazaña. Escucha, escucha al menos nuestro canto, porque es del corazón tributo santo.

María Teresa que no comprendía aquellos movimientos de alma, no podía, en su lealtad, penetrar el sordo trabajo de la defección. Absorta en sus punzantes inquietudes, continuó pensando en alta voz: No lo que va a suceder. Felizmente, Juan conoce a fondo el asunto y asegura que sólo se trata de un momento difícil, del cual saldremos con la frente alta.

Pero ella no quiso oír estas palabras. Se metió en la cama y apagó la luz. Sus ojos quedaron abiertos en la oscuridad. Las horas, sonando con sus cuartos y medias melancólicamente en el reloj de la catedral vecina, no consiguieron cerrarlos. Eran dos lámparas misteriosas que sólo daban luz hacia dentro, alumbrando mil cosas siniestras y punzantes.

Numerosas y respetables familias, cuyos jefes sirven dignamente a la Administración pública, se autorizan diariamente el sabroso placer de ver pasar en procesión a las damas y caballeros que en Madrid gastan coche. La vida cortesana ofrece vivos y punzantes atractivos: el jefe de familia la encuentra demasiado agitada cuando llega a su casa.