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La tal muchacha, con sus 14 años, su carita rosada y sus piernas gruesas y bien torneadas, era algo apetitoso y tentador y hacía la desesperación de los dandys del barrio, que no perdían ocasión de verla pasearse en la vereda con sus coquetos vestiditos rosa, sus delantales negros guarnecidos de trencilla punzó con pliegues de pestaña, haciendo cantar sus zuequitos escotados, y moviendo al son de esa música su cuerpo flexible y airoso.

Esta túnica, blanca, azul ó roja, la reemplazan, cuando pueden, por un vestido de zaraza floreada á grandes ramages y de fondo punzó: andan igualmente descalzas.

El joven doctor tragó saliva lastimosamente, pero Blanca, reaccionando con generosidad en su favor, le dijo: Pasearemos esta mazurka, y señaló la pieza perdida en el epílogo del programa que comenzaba. Seguimos con Blanca; paseamos la pausa y atravesamos el gran salón, en dirección al salón punzó de la calle Victoria.

La mamá sufrió un desencanto al ver que Lita no quería jugar más tiempo con Ramón, y trató en vano de distraerla para que no se fatigase demasiado... Al acostarse, Lita hizo que le dejaran junto a la cama su cesta de trabajo. Pues su mamá le había regalado una lindísima, con flores artificiales y moños de cinta punzó.

Y, ¡luego los vestiditos que usaba!... Si eran lo más traidores: jamás cubrían las hermosas piernas tentadoras, calzadas, por lo general, con medias punzó. Esas piernas eran, para los adoradores de Rosita, como la miel para las moscas.

Punzó el mozo, y de tal manera, que de la punzadura anda Calderón en un grito, boca arriba en el lecho, con un ojal en el costado que por poco es de pasión, lo que dudo mucho que llegue á ser de escarmiento. Salvóse por la caía la reina, que no menos que la reina anda en el lance, pero fué salvación de comedia de sustos, que no se sale de un peligro sino para caer en otro.

La segunda, que era puramente decorativa, pasaba desapercibida: la primera era formada por un mocetón de color bronceado vistiendo amplio chiripá de grano de oro, caído hasta el taco de la charolada bota de campana, camiseta de merino negro tableada, pañuelo volador de seda punzó, sombrero chambergo de felpa con un barbijo lleno de borlas que le castigaban la nariz y la barba y por una moza, no mal parecida, que lucía entre el cabello negro, lustroso, un ramo de fragantes claveles rojos y que indudablemente era la consentida del mocetón.

La tarde llegó; después de comer, el señor de Maurescamp jugaba un rato con su hijo Roberto en el pequeño salón botón de oro, de su mujer, y en seguida iba, como era su costumbre, a fumar un cigarro al boulevard. Juana continuó ejecutando febrilmente en el piano, una serie de valses y mazurcas, mientras que su hijo, vestido de blanco y con cinturón punzó, daba saltos con su aya inglesa y Toby.

Al día siguiente, al subir al cupé de su marido para ir a casa de Lerne, sentíase Juana agitada. Habíale preocupado mucho el traje que llevaría; después de muchas reflexiones, decidiose a ponerse un traje austero, en armonía con la gravedad del rol que iba a desempeñar aquella noche. Púsose únicamente un vestido de terciopelo punzó, obscuro.

Porque, vean ustedes lo que es terrible en la vejez: cada año atrofia un nervio más en nosotros; y, cuando estamos por llegar a los cincuenta años, el trabajo y el reposo nos son igualmente mortíferos. Entonces estaban de moda las corbatas de color punzó; yo usaba, por lo tanto, una corbata punzó; usaba también zapatos puntiagudos, e hice poner forros de seda a mis trajes.