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Actualizado: 23 de junio de 2025
-Ya yo tengo noticia deste libro -dijo don Quijote-, y en verdad y en mi conciencia que pensé que ya estaba quemado y hecho polvos, por impertinente; pero su San Martín se le llegará, como a cada puerco, que las historias fingidas tanto tienen de buenas y de deleitables cuanto se llegan a la verdad o la semejanza della, y las verdaderas tanto son mejores cuanto son más verdaderas.
Clementina, que iba a salir por la puerta de la antesala, retrocedió para hacerlo por la de su boudoir. Antes de desaparecer, teniendo el portier levantado con una mano y encarándose con su marido, le dijo con reconcentrada ira: Al fin resultas un puerco como tu cuñado; sólo que éste no las echa como tú de generoso. Dejó caer el portier y dió un gran portazo.
En la mesa, los comensales mascaban con buen ánimo. Al caldo, espeso y harinoso, siguió un cocido sólido, donde abundaba el puerco: los días de caza, el imprescindible puchero se tomaba de noche, pues al monte no había medio de llevarlo. Una fuente de chorizos y huevos fritos desencadenó la sed, ya alborotada con la sal del cerdo. El marqués dio al codo a Primitivo.
Lo peor es que te va a quitar el apetito para la hora de comer. Retembló la estancia con la risotada del gañán. ¡Eso sí! ¡A mí cualquier cosa me quita la gana! Vas a tener que meterme un hierro caliente en el agua como a la señora. Por la panza te lo había de meter, gran puerco.
Sus mejillas se colorearon y respondió con voz alterada entre dudando y afirmando: Quince mil pesetas. La expresión alegre y triunfal del rostro de la dama se trocó instantáneamente en otra de cólera y despecho. ¡Quita!, ¡quita allá, puerco! exclamó furiosa dándole un fuerte golpe en la cara con el lujoso manguito . No piensas más que en el dinero.... No tienes ni pizca de delicadeza.
Una vez en pie, bramando de ira, se arroja sobre el garrote de uno de los paisanos, se lo arranca de las manos, lo empuña con las suyas indomables y se lanza á la puerta rugiendo: ¡Puño! ¡repuño! Tanto insulto no lo aguanta el hijo de mi madre. ¡Aunque se esconda debajo de la tierra he de atrapar hoy á ese puerco y le he de abrir la cabeza! Los tertulios, claro está, se apresuran á detenerle.
Tenía los ojos azules, oscuros y profundos como el mar, y como en éste, también fingía la mente detrás de su misterio palacios encantados de cristal y jardines deslumbradores. ¡Parecía increíble que tal pimpollo fuese hijo del puerco espín de D. Marcelino! Cuando más niña, la llamaban en la villa el angelito.
Agora os llega este caparazón y, despreciando mi demanda, se lo mandáis a él, que ya tiene sobrados. Todavía este puerco exclamó señalando al lacayo me lo enseña de lejos con sorna; se lo pido para mirallo, y echa a correr dando voces. Don Felipe seguía moviendo, de tiempo en tiempo, la cabeza, sin levantar la mirada.
Subió, pues, el trozo de puerco a la extremidad del gancho, y luego, armándose de una linterna y de una bolsa vieja, se marchó a hacer aquella compra olvidada, que, con buen tiempo, sólo le hubiera tomado un cuarto de hora.
Se alimentan con arroz, frutas silvestres, raíces alimenticias, carne de búfalo, puerco y ciervo, que cazan y preparan para su conservación: según se dice hay entre ellos algunos que comen la carne humana, son muy asquerosos y padecen muchas enfermedades cutáneas.
Palabra del Dia
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