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Había tomado parte en la expedición que fue al condado de Niebla con objeto de hostilizar a los franceses por su ala derecha, y que, si menos célebre, no fue menos lastimosa que la de Chiclana, con su célebre batallón del <i>Cerro de la cabeza del Puerco</i>. Acaeció en la jornada del Condado un suceso digno de pasar a la historia, y fue que en ella descalabraron del modo más lamentable a nuestro heroico y por tantos títulos famoso D. Pedro del Congosto, quien en lo más recio de un combate que cerca de San Juan del Puerto trabaron con los nuestros los franceses, metiose denodadamente, llevando en pos a sus cruzados de rojo y amarillo, con lo cual dicen hubo gran risa en el campo francés.

Prosiguió, pues, don Quijote, y dijo: -En lo que toca a cómo has de gobernar tu persona y casa, Sancho, lo primero que te encargo es que seas limpio, y que te cortes las uñas, sin dejarlas crecer, como algunos hacen, a quien su ignorancia les ha dado a entender que las uñas largas les hermosean las manos, como si aquel escremento y añadidura que se dejan de cortar fuese uña, siendo antes garras de cernícalo lagartijero: puerco y extraordinario abuso.

SANCHO. Obligada llevo el alma Y la lengua, gran señor, Para tu eterna alabanza. FELIC. En fin, vos, ¿no os casaréis? PELAYO. Yo, señora, me casaba Con la novia deste mozo, Que es una lumpia zagala, Si la hay en toda Galicia; Supo que puercos guardaba, Y desechóme por puerco. FELIC. Id con Dios, que no se engaña. PELAYO. Todos guardamos, señora, Lo que... FELIC. ¿Qué?

Osorio hizo un movimiento para arrojarse detrás de ella; pero reponiéndose instantáneamente gritó más que dijo para que le oyese bien: ¡Es claro! soy un puerco porque no quiero mantener señoritos hambrientos. ¡Que los mantengan las viejas que los utilizan! Después de proferida esta ferocidad quedó satisfecho al parecer, porque en sus labios se dibujó una sonrisa de triunfo y sarcasmo.

¡Tenéis algo mejor en que emplear vuestros tiros! exclamó en el momento en que pasaba a toda carrera, por el lindero del bosque, un animal semejante al puerco en la corpulencia. El joven, que se había vuelto al oir las voces de Hans, disparó contra la res; pero no debió acertarle de lleno, porque el animal desapareció en la espesura, después de lanzar un gruñido.